(entrevista a) E.M., víctima de sí mateixa

En toda entrevista, el periodista intenta crear una clima de confianza con el personaje que tiene enfrente para que se sincere y vaya más allá del discurso que tiene preparado, para poder entrar en aquellos rincones personales más escondidos. No es este el caso. El periodista calla, se limita a escuchar, y pregunta casi con temor. Respeta el anonimato, entiende los silencios e incluso frena al interlocutor, consciente de que en temas de violencia sexista no se juega, porque los malos tratos, y E.M. los ha sufrido varios años continuados, nunca tienen un final escrito.

¿Por qué está dispuesta a explicar su historia?

Mi intención es poder ayudar a otras mujeres que están pasando por una situación similar ya que
mi caso puede servir de guía y ayuda para ellas. El próximo 24 de noviembre es el día internacional de la Violencia de Género y en esa perspectiva me gustaría que ese testimonio fuera publicado respetando, eso sí, mi anonimato. La mía es una historia sobre la violencia sexista que sufrí durante diez años por parte de mi ex marido.

¿Puede resumir su historia?

Soy una mujer de 45 años que sufrí malos tratos por parte de mi ex marido durante diez años, y
en los últimos años fueron también víctimas mis dos hijas. Me casé cuando acababa de cumplir
25 años y al principio todo parecía normal hasta que un día, sin motivo aparente, mi ex marido se enfadó conmigo y me propinó una bofetada. A partir de ese día se produjeron escenas violentas (golpes, agresiones, insultos...) cada vez más a menudo. Nacieron mis dos hijas y entonces mi ex marido actuaba con violencia siempre que ellas no estaban presentes, generalmente cuando se iban a dormir y estábamos solos.

¿Y usted aguantaba?

Fue pasando el tiempo y poco a poco llegué a acostumbrarme, lo vivía como algo normal. El me
convencía de que todo lo que me hacía era culpa mía y que me lo merecía, y de hecho, después de actuar violentamente contra mi, yo acababa pidiéndole perdón ya que me llegaba a sentir culpable y responsable de sus actos. “Es porque te lo mereces”, me decía, y a lo mejor no me dejaba salir de casa unos días hasta que me desapareciesen los moratones. Ahora sé que tenía el síndrome de Estocolmo. Tenía la autoestima por los suelos y acababa diciéndole: “Sí, tienes razón, perdóname”.

¿Eso significa que la violencia fue en aumento?

Sí, cada vez se producían más a menudo esas escenas y a medida que pasaba el tiempo mi temor hacia él era mayor porque no sólo me pegaba e insultaba, sino que lanzaba cualquier objeto que tenía a mano. Pero llegué a acostumbrarme y ya formaba parte de mi vida.

¿Y sus hijas?

Mis hijas crecieron y cuando la mayor tenía 12 años y la pequeña 8, empezó todo a empeorar. Mi
ex marido empezó a insultarme y pegarme delante de ellas como si fuera algo normal. Yo le suplicaba que no lo hiciera delante de ellas, pero a él le daba ya todo igual, incluso lo hacía en la calle. Mi hija mayor no podía creer lo que veía y empezó a defenderme. Entonces empezó a maltratarla a ella y también a la pequeña.

¿Cómo logra romper ese círculo de temor?

Era tanto el miedo y sufrimiento que se vivía en mi casa que mis hijas un día me llevaron a mi habitación y me dijeron: “O sacas al papa de casa o nos vamos nosotras”. Mi hija mayor había protagonizado dos intentos de suicidio ya que veía que mi ex marido me acabaría matando y no soportaba la idea de vivir sin mí. Él no paraba de amenazarme delante de ellas diciendo que me mataría. Entonces reaccioné, pedí ayuda a mi hermano y le expliqué lo que estaba sucediendo pero sin ser consciente aún que estaba siendo maltratada. Mi hermano me puso en contacto con una asociación de ayuda a las víctimas de violencia de género. En la Fundación AGI me asesoraron, ayudaron y convencieron que debía denunciarlo porque nadie ha de permitir que le levanten la mano ni le insulten. Estuve un tiempo recibiendo ayuda por parte de una asistenta social y una psicóloga y mi hija mayor también fue más adelante. No me atendieron como una clienta, sino como un ser humano desesperado que estaba moralmente hundido y sin saber qué camino tomar. Y también me puse en manos de mis abogados actuales, los cuales se pusieron a
trabajar para poder efectuar la denuncia lo antes posible. Su asesoramiento jurídico fue fundamental para que la Justicia pudiera hacer bien su trabajo.

¿Qué pasó en el momento que hizo la denuncia?

Los Mossos d´Esquadra vinieron a buscarlo a casa –eso fue en noviembre del 2007– y se lo llevaron detenido a comisaría, donde pasó dos días en el calabozo. Esa misma mañana declaré y por la noche lo hizo mi hija de 12 años, ya que es a partir de esta edad que pueden testificar. Hubo una comparecencia de medidas cautelares para resolver sobre la procedencia o improcedencia de la orden de protección. Y el juez dictó una orden de alejamiento y el uso
del domicilio para mí y mis dos hijas.

Han pasado tres años desde entonces. ¿No la ha vuelto a molestar? ¿Está ya más tranquila? ¿Cómo ha cambiado su vida?

He de decir que la justicia se ha portado muy bien conmigo, hubo el juicio penal en el que le condenaron a prisión y una orden de alejamiento que se ha prorrogado. Con la ayuda de mi psicóloga y mi psiquiatra he conseguido seguir adelante, teniendo en cuenta que mi hija mayor también ha necesitado ayuda. Tres años después nos han dado el alta. Y gracias al Inem he podido entrar en el programa de Renta Activa de Inserción y recibir una ayuda de 400 euros mensuales para víctimas de la violencia de género.

Empieza otra vida...

Soy una mujer feliz que veo la vida con otros ojos y soy consciente de todo lo que he vivido. Y lo
tengo claro: nunca se debe permitir el maltrato ni físico ni psicológico bajo ningún concepto. Me
he vuelto a casar con un hombre que me quiere, me respeta, me valora y me hace sentir como un ser humano. He vuelto a recuperar mi autoestima. Mis hijas reciben de él todo el cariño y apoyo que nunca tuvieron con su padre.

¿Por qué en vez de olvidar prefiere hacer este llamamiento público?

La vida es demasiado valiosa para vivirla con miedo, sufrimiento y dolor. Animo a todas las mujeres que están pasando por una situación similar a la mía a que denuncien.

3-XI-10, J. Playà Maset, lavanguardia