´No acusemos sólo al tripartito´, Jordi Barbeta

Resulta insólito y extraordinario a la vez que el presidente de un gobierno diga que la fórmula con la que ha venido gobernando no sirve para resolver los problemas del país. El caso del tripartito catalán tendrá que ser objeto de estudio en las facultades de Ciencias Políticas, porque han abjurado de él su presidente, dos de sus ministros y dos de los tres partidos que han integrado la la coalición: un récord de arrepentimientos.

Cómo han cambiado las cosas. Hubo un tiempo en que temí que me rompieran las piernas por criticar al autodenominado Govern d´Entesa y ahora que todos se apuntan al linchamiento me entran unas ganas enormes de salir en su defensa, porque no es el tripartito el culpable de todos los males y porque convertirlo en chivo expiatorio ocultaría una grave problema de funcionamiento de la democracia aquí y fuera de aquí.

El tripartito ha resultado un "artefacto inestable" porque la primera obligación de un gobierno es tomar decisiones y al haber tres partidos con intereses electorales distintos las decisiones se han tomado tarde, mal y nunca. El ejemplo paradigmático fue la gestión de la sequía, resuelta felizmente por la Moreneta, pero lo que en el tripartito se ha retransmitido en directo funciona igual en otros gobiernos menos dispuestos a enseñar sus vergüenzas. Los gobiernos de CiU fueron especialistas en aplazar cualquier decisión controvertida y cuando se decidían hacían marcha atrás a la que aparecía la primera pancarta. Sin ir más lejos, el Gobierno español lleva meses mareando la perdiz con la ubicación del almacén de residuos nucleares y no se decide por Ascó por temores estrictamente políticos. En la Europa que inventó la democracia resulta cada vez más difícil, pero sobre todo más lento y muchísimo más caro tomar decisiones porque los gobiernos se han convertido en meras plataformas propagandísticas de los partidos que los sostienen, de la misma manera que la oposición se limita a desacreditar sistemáticamente al Ejecutivo que pretenden sustituir, con razón o sin ella, ¿verdad, Mariano? La democracia, que se había demostrado como el sistema político más eficaz para la creación y la distribución de riqueza, precisamente porque combatía arbitrariedades y abusos, está perdiendo prestigio peligrosamente, en contraposición a regímenes autoritarios que construyen autopistas y aeropuertos en tiempo récord, sin encomendarse a Dios, aunque quizá sí al Diablo, porque cuando le dan el Nobel de la Paz a uno de sus disidentes, se atreven a proponerse como la gran alternativa antidemocrática: generan riqueza como para sacar de la pobreza a centenares de millones de chinos y para financiar además la deuda estadounidense (y española). Plantean un dilema que estremece sobre todo cuando desde devotas escuelas de negocios ya empiezan a jalearlos.

31-X-10, Jordi Barbeta, lavanguardia