´Contra el derecho a la huelga y al trabajo, coacción y violencia´, Sergi Pàmies

La sucursal de La Caixa abre un poco más tarde porque unos matones han saboteado los cajeros automáticos con el ancestral sistema de la loncha de queso. El mercado, en cambio, funciona a pleno rendimiento, igual que el quiosco, la pastelería, la tintorería, la iglesia y la farmacia. Un largo paseo confirma la impresión de que la huelga no es general: es una lotería con una objetiva mayoría de comercios abiertos.

Más tarde, veo contenedores tumbados con la basura diseminada por la calzada. ¿Qué tiene que ver tumbar e incendiar contenedores con esta LotoHuelga? Nadie parece demasiado interesado en responder, ni siquiera el piquete que desciende por Gran de Gràcia. Llevan los pitos prehistóricos con los que siguen amenizando sus protestas. En una calle adyacente, veo al músico David Carabén con un minipiano debajo del brazo. ¿Hará servicios mínimos?

El criterio de huelga es arbitrario y el seguimiento relativo. Breve lista de comercios abiertos: supermercados, droguerías, charcuterías, pastelerías, bancos, saunas, cafeterías, ferreterías, un sex-shop, una gasolinera y, por supuesto, todos los colmados y bazares regentados por pakistaníes y chinos.

La noticia, por desgracia, está en el centro de la ciudad, reconvertido en parque temático de la guerrilla urbana. Allí, como otras veces, el furor antisistema, discutiblemente contrarrestado, aprovecha su tirón mediático. Insisten en una kale borroka que perjudicará al sindicalismo democrático y a los que, con la vaselina de los impuestos, acabaremos pagando los destrozos.

En TV3, sintomáticamente ajena a la jornada, veo a Raimon, con camisa roja, cantando sus viejas canciones. ¿Le habrán pedido permiso para volver a emitir su concierto? ¿Tiene un valor simbólico su presencia en un día así?

Hace una semana, Joan Margarit protagonizó el pregón de la Mercè. Leyó un poema en el que venía a decir que la libertad es el amanecer de un día de huelga general. El verso conecta con el lirismo combativo en pro de los derechos de los trabajadores. Pero la violencia ideologizada de ayer tiene poco que ver con la libertad. Sin embargo, tendrá más relevancia que la protesta legítima y distorsionará cualquier debate serio.

En cuanto al "clamor democrático" del que, enfáticamente, hablaba Fernández Toxo (CC. OO.), fue un espejismo. Quizá lo quemaron en nombre de alguna de esas grandes palabras que siguen usándose como coartada para minar la convivencia y desvirtuar los derechos individuales y colectivos de la mayoría.

30-IX-10, Sergi Pàmies, lavanguardia