´La revolución de Spotify´, Enric Colet

El portal de Spotify anuncia el final del conflicto desatado en el mercado de la música desde la popularización de internet en la segunda mitad de los años noventa, que conllevó la eclosión del mp3 como estándar de ficheros de audio.

Internet ha acabado con el modelo de negocio que había aparecido a principios del siglo XX con los discos, un modelo dominado por las discográficas, que controlaban toda la cadena que va desde los autores e intérpretes hasta el consumidor de música. Internet ha puesto fin a esta forma de hacer negocios porque se ha cargado el disco como medio de distribuir música.

Hasta ahora, las discográficas han luchado como un gato panza arriba para conservar su antigua posición. Pero su lucha ha sido en vano: el final del disco es el final de las discográficas, les guste o no. Son ya empresas de otra época. Muchas de sus funciones de producción son necesarias, pero con otro tipo de filosofía y de forma de hacer negocios. Es más fácil que nuevas empresas las sustituyan que transformar las antiguas.

La lucha de las discográficas ha potenciado el conflicto de los derechos de autor, cuando era el menor de los problemas del derrumbe de su negocio (como máximo, el 15% del precio de venta de un CD, unos céntimos por cada canción).

Pero esta situación empezó a cambiar cuando Apple logró consolidar su tienda iTunes a un euro la canción, de la mano del iPod. ¿Cómo dejaron las discográficas que una empresa del mundo de la informática se convirtiera en el líder de la distribución en internet? ¿Por qué no crearon ellos el negocio?

Pero vender canciones no es el cambio que se produce con internet: la cuestión es más profunda. Internet convierte la música en un servicio. Si tenemos acceso a toda la música del mundo a un precio razonable, ¿para qué la tenemos que comprar, almacenar y clasificar?

Simplemente, vamos a la red, la seleccionamos y la escuchamos, sea en el ordenador, en el móvil o en el coche, estemos en casa, en la oficina, en las calles o en el monte.

Spotify y las empresas como ella se dedican precisamente a esto: a poner un almacén inmenso de música a nuestra disposición, y a dejarnos escuchar todo lo que queramos a un precio asequible. Se podría pagar por canción, pero lo más práctico es la tarifa plana. Por menos de 5 euros al mes, puedes escuchar todo lo que quieras, aunque un estudio reciente ha puesto de manifiesto que es demasiado caro y que el precio debería ser de unos 2 euros al mes (24 euros al año, lo que vale un CD). Además, a medida que haya más suscriptores el precio será más barato y puede que, con publicidad, incluso llegue un día a ser gratuito, al menos lo más comercial.

Con estos precios, es posible pagar los derechos de autor, los intérpretes y los costes de grabación, y además hacer inútiles las copias.

Realmente, Spotify nos anuncia el principio de una nueva era, la del final de las discográficas y de la piratería, un tiempo en que nadie "comprará" música, sino que sólo adquiriremos el derecho de escucharla, como cuando vamos a un concierto, pero en cualquier momento y en cualquier lugar… Y toda la producción audiovisual seguirá este camino (cine, series, documentales, etcétera).

13-VIII-10, Enric Colet, Profesor departamento Sistemas de Información Esade-URL, lavanguardia