´Disuasión de la democracia árabe´, Khaled Hroub

La falta de democracia en el mundo árabe es resultado de una alianza profana entre los intereses occidentales y los autócratas locales, justificada por lo que ambas partes denominan la "especificidad cultural". En pocas palabras, ha sido mucho más fácil para Occidente hacer negocios en el Oriente Medio poscolonial con regímenes no democráticos, a quienes les ha resultado útil el apoyo y reconocimiento occidental para marginar a las fuerzas liberales y democráticas locales, aunque eso haya causado la radicalización del islam.

Ambas partes han utilizado el palo y la zanahoria para mantener esta alianza. Por ejemplo, el énfasis que ha hecho Occidente en los últimos años sobre la reforma y la democracia se ha usado a menudo como amenaza en la que el mensaje es: "Ayúdennos con Iraq o ejerceremos presión por la democracia y los derechos humanos en su propio país". Y la respuesta árabe es igual de amenazadora: "Dejen de presionarnos en el tema de la reforma o no cooperaremos en la guerra contra el terrorismo".

Otros dos asuntos importantes han mantenido los arreglos: Israel y el ascenso de los movimientos islámicos. En gran medida, el público árabe considera a Israel un extraño y una entidad ilegítima impuesta por la fuerza en territorio palestino con el apoyo occidental. Si esta percepción se canalizara democráticamente y se permitiera que definiera las políticas de los países árabes hacia Israel, cualquier negociación de paz sería aún más complicada de lo que actualmente es.

Así pues, es mucho más fácil para los regímenes autoritarios como Egipto y Jordania (y en el futuro tal vez Siria), en los que no hay necesidad de acuerdos parlamentarios, iniciar negociaciones y firmar acuerdos de paz con Israel. Del mismo modo, en Marruecos, Túnez, Mauritania, Qatar, Omán y Bahréin, donde existen varios contactos de bajo nivel y representaciones de Israel, los regímenes no democráticos pueden definir cualquier relación de su elección con Israel.

El ascenso del islamismo radical ha sido también un obstáculo en lo que se refiere a la democracia árabe. Las décadas de alianza profana entre los autócratas árabes y Occidente han visto surgir el islam radical como una fuerza de salvación. Si se celebraran elecciones libres y justas en cualquier país árabe, los islamistas llegarían al poder. Ese fue el caso en Argelia en 1991-1992, en Iraq en el 2005 y en Cisjordania y Gaza en el 2006. Otros países, como Jordania, Marruecos, Kuwait, Yemen y Bahréin, han creado un espacio más limitado para la democracia. Ahí también, los islamistas lo han llenado inmediatamente.

Occidente ha desperdiciado décadas y ha perdido innumerables oportunidades para establecer regímenes que pudieran dar el poder a las fuerzas liberales y democráticas árabes. El apoyo ciego de Occidente a los gobernantes árabes autocráticos ha reducido las esperanzas de lograr un cambio pacífico. El proceso democrático ha perdido su impulso, entre otras cosas porque la democratización parece conducir al surgimiento de movimientos políticos que resultan inaceptables para Occidente. La noción de democracia se ha erosionado y desacreditado y la radicalización que afecta a muchas sociedades musulmanas ahora se está desbordando hacia sus comunidades de emigrantes en Occidente.

Cuando la administración del presidente estadounidense George W. Bush puso en marcha la Iniciativa de Asociación con Oriente Medio en el 2002, ya era demasiado tarde y terminó demasiado pronto. El presupuesto asignado fue de apenas 29 millones de dólares, pero su rápida muerte puede atribuirse a su diseño miope - y a Barack Obama, que ha mostrado poco interés en el asunto-.Los elogios de Obama al egipcio Hosni Mubarak como hombre con el que se puede tratar desmoralizaron a los grupos opositores de ese país que han estado luchando contra el autócrata, que lleva muchos años en el poder, y sus esfuerzos para asegurarse de que su hijo, Gamal Mubarak, lo suceda.

Estados Unidos no es el único culpable. Europa ha desempeñado un papel muy importante para retrasar las reformas democráticas en Libia y Arabia Saudí. Libia se ha convertido en la meca de los líderes europeos que buscan obtener negocios petroleros y de inversiones multimillonarias. La rehabilitación del régimen de Gadafi nunca ha incluido presiones para reducir la represión política en Libia.

Arabia Saudí es un caso aún más revelador. Ningún líder europeo se arriesga a contrariar a los saudíes con los temas de los derechos humanos. Las mujeres todavía tienen prohibido conducir, viajar solas y trabajar o estudiar sin el permiso de un pariente varón.

Los regímenes árabes justifican el statu quo en nombre de la especificidad cultural, el mismo pretexto que utilizan los gobiernos occidentales para justificar sus políticas libres de valores hacia estos regímenes.

Sumemos todos los arreglos entre Occidente y los regímenes árabes, junto con los factores israelí e islamista, y la conclusión a la que llegamos es inevitable y alarmante: Occidente no puede darse el lujo de que haya democracia en la región.

 

31-VII-10, Khaled Hroub, director del Arab Media Project de la Universidad de Cambridge y autor de ´Hamas: political thought and practice´, lavanguardia