īLa comodidad mentalī, Juliā Guillamon

Una amiga que trabaja en Catalunya Ràdio me cuenta que, después de un partido de fútbol, un grupo de personas se concentró ante la puerta, increparon a los que allí estaban, quemaron contenedores y rompieron los retrovisores de una de las unidades móviles estacionadas en la calle Beethoven. En los siguientes partidos de fútbol los Mossos d´Esquadra tuvieron que proteger la emisora.

Yo le explico lo que me pasó hace unos años con el diario Die Zeit.Estaban preparando un suplemento sobre literatura catalana para la Feria de Frankfurt y me encargaron un artículo. El corresponsal en Barcelona me llamó para que le contara lo que pensaba escribir. Le expliqué que, a diferencia de otras literaturas sin estado, la catalana había dado el salto a la modernidad, ya en los años treinta, con una poesía simbolista equiparable a la europea, novelas cosmopolitas y un periodismo de alto nivel, y que esta misma vocación moderna y europea existía hoy. Mis argumentos no parecieron convencerle, tuvimos que negociar el artículo punto por punto, en un momento de la discusión apareció la palabra Serbia.Me confesó que en Alemania el nacionalismo despertaba sospechas y que no todo el mundo veía bien que la literatura catalana estuviera invitada en la Feria de Frankfurt. Sólo conseguí vencer su resistencia cuando le hablé de Joan-Daniel Bezsonoff: descendiente de rusos blancos, emigrados a Francia, escritor catalán de nacionalidad francesa; de Najat el Hachmi; de Monika Zgustova, y de Lolita Bosch. Acabamos llegando a un acuerdo, pero fue agotador.

¿Por qué se producen estas situaciones? Por una información incompleta o sesgada. Pero también por comodidad mental, ese fenómeno que lleva a identificar en la realidad las ideas que uno tiene preconcebidas. A mediados de los años noventa el poeta Allen Ginsberg visitó Barcelona. Unos amigos que estaban preparando un proyecto sobre la contracultura le quisieron saludar. El diseñador ÁngelUzkiano formaba parte del grupo. Se encontraron en la sala de exposiciones que la Universitat de Barcelona tenía en el número 21 de la calle Balmes. Como otros intelectuales norteamericanos, Ginsberg había mitificado la guerra civil española, la Barcelona libertaria y el nacionalismo vasco. Cuando se enteró de que Uzkiano era de Bilbao, le pidió si le podía cantar una nana en euskera. La madre de Uzkiano es de Santander y el padre asturiano, vive en Barcelona desde los siete años y no habla euskera. Sus amigos le animaron: ¡Es Ginsberg y te ha pedido una canción! Con una musiquilla empalagosa improvisó una nana. La letra, que combinaba nombres de pueblos y futbolistas con un lema de la kale borroka, decía así: "Zubizarreta Zarautz, / Zumaia Bakero Lekeitio, / Bermeo Mundaka Arkonada,/ Presoak kalera, presoak kalera / Riau riau". La gente que había en la sala no sabía adónde mirar, pero Ginsberg se quedó la mar de contento.

22-VII-10, Julià Guillamon, lavanguardia