Me molestaría mucho que el hombre que dice representar los intereses de las majors americanas en España fuera un simple charlatán. Yo espero firmemente que contra esta primera impresión emergiera la figura de un tipo serio, un estratega a la altura de sus colegas norteamericanos. Es decir, me encantaría que la amenaza de desoír la ley catalana de Cine, de no acatarla (¡la misma semana de la sentencia del Estatut!) y presentar en revancha menos películas americanas y en versión original y sin subtítulos, fuera una acción en serio, que se mantuviera el tiempo suficiente para devolver el marcador a cero.
Si esto no es charlatanería, podemos imaginar un nuevo escenario con jugosas transformaciones. Vamos con la primera. En el momento en que las películas americanas sean en inglés y sin subtítulos se producirá un movimiento natural favorable a las películas de otros idiomas que se entiendan directamente (en catalán o castellano en todas sus variables), y las que lleguen debidamente subtituladas o dobladas (es decir, todas las europeas del continente, las inglesas, asiáticas, canadienses, australianas y las americanas independientes). Estas películas (que ahora mismo son más de 40 en Barcelona, más del doble respecto a los títulos americanos) tenderán a ocupar espacios que hasta ahora les son negados, con lo cual el público que ahora asiste a cines que le gustan independientemente de la película que ponen, se podrá aclimatar a los nuevos tiempos y descubrirse a sí mismos con otros gustos, algo que ya ha ocurrido con TVE sin publicidad.
Si las películas estadounidenses se estrenan en versión original sin subtítulos sufrirán un descenso de su aura singular, que es lo que ocurre cuando visitas en Estados Unidos un multicine. Allí en inglés y sin una promoción especial, todas parecen de género y sólo destacan de verdad las que tienen algo, comercial o artístico. Pero lo anodino queda totalmente sepultado, que es lo que ocurrirá también aquí. No quedará nada de ellas, cuando no cuenten con el gancho de la facilidad. Y tampoco nadie las reclamará.
Si las películas estadounidenses no se doblan, podremos volver a empezar en condiciones igualitarias entre las lenguas de Catalunya. Sánchez Dragó ya no nos podrá llamar nazis porque obligamos a doblar en catalán, porque entonces los que impondrán cuotas serán tanto los del catalán como los del castellano. Es decir que nazis seremos todos: nos encantará ver a toda la tropa hispana reclamando oír la lengua castellana en los cines catalanes y hablando de discriminación respecto al inglés.
Puede ser que esta amenaza se quede en nada a la espera de que un nuevo conseller de Cultura se acople a sus intereses con una cuota a la baja. Me sabría mal, de verdad. Perderíamos una gran oportunidad de regeneración colectiva. Por tanto, y por favor, ¡cumplan! ¡lo más pronto posible!
7-VII-10, Jordi Balló, lavanguardia