´Italianización´, Enric Llarch

Siempre se había dicho que la vitalidad y el dinamismo de la economía italiana -o mejor, del norte y centro de Italia- era obra exclusiva de su diverso y entusiasta tejido empresarial. Y que ello se producía al margen del Estado, o a pesar de la ineficiencia, la burocracia y la corrupción que dominaban las estructuras estatales. Hoy, la gran mayoría del tejido empresarial, especialmente en Catalunya, se está italianizando. Es decir, se está desvinculando del Estado y, además, del mercado español. El horizonte de nuestras empresas se aleja de un escenario caracterizado por un marco normativo rígido y anquilosado, unas políticas económicas inconsistentes e impredecibles, una justicia lenta y arbitraria y un mercado doméstico sometido a una continua ducha escocesa.

Las empresas catalanas optan cada vez por depender menos del mercado español. El peso sobre el PIB de las ventas al resto del Estado ya había caído 10 puntos antes de la crisis, entre 1995 y 2007, hasta quedarse en el 25,2 %. El fuerte repunte de las exportaciones industriales catalanas durante el primer trimestre del 2010 hace pensar que la desvinculación del mercado español continúa a un ritmo todavía más intenso. Se trata de empresas que son competitivas porque son innovadoras, aunque a veces sean poco visibles mediáticamente. Pero incluso las empresas de sectores más regulados o más vinculados a la demanda del Estado -desde concesionarias de infraestructuras hasta farmacéuticas- tienen una implantación exterior más acusada. Desde Abertis a Grífols, por no hablar del negocio internacional de La Caixa.

Sin embargo, en Italia ya hace tiempo que acusan el sobreesfuerzo de remar, no ya al margen, sino con el Estado en contra. Cuando la política fiscal, la supervisión financiera, el marco laboral, la demanda pública, la inversión, el diseño y la gestión de las grandes infraestructuras se formulan al margen de los intereses de la economía productiva no hay dinamismo empresarial que lo pueda resistir mucho tiempo. Cuando la marca España pesa cada día más negativamente ante los analistas extranjeros que te examinan para participar en un concurso público o para acceder a financiación exterior, o disimulas tu origen o cambias de marca.

La gestión de la crisis ha puesto otra vez en evidencia la importancia de los estados en la economía y un Estado ineficiente es un lastre que se acaba pagando. Para la economía productiva catalana, la quiebra del Estado español, entendido como estructura que articula una realidad económica, sólo tiene dos salidas. La intervención exterior a través de los grandes países de la UE y de los organismos económicos internacionales o la construcción de un Estado que responda a los intereses de dicha economía. Es decir, un Estado propio.

25-VI-10, Enric Llarch, economista, lavanguardia