¿Quiere usted que le aumenten el sueldo? ¿Desea pagar menos impuestos? ¿Votaría a favor de una sanidad y una educación mejor? ¿Quiere el concierto económico para Catalunya? Todas estas preguntas podrían entrar en la categoría de retóricas. Pocos serían los catalanes que respondieran con un no. Pero Artur Mas ha decidido prometer una consulta sobre el concierto, o sea, sobre si los catalanes quieren más dinero. ¿Adivinan el resultado?
La crisis está facilitando al líder de CiU transitar en un equilibrio perfecto por la difícil cuerda floja del soberanismo, abarcando un amplio espectro del electorado, con la inestimable ayuda de Duran Lleida. Pero Mas sabe que la espita del sentimiento independentista está abierta y que si llega al poder tendrá enfrente, en la oposición, todo un abanico de opciones soberanistas disputándose el terreno y pugnando por sobresalir. Son diversos los factores que han abonado el separatismo: desde la insatisfacción provocada por las negociaciones del Estatut o la financiación hasta la difusión de ese discurso por parte de una Esquerra en el gobierno, al tiempo que el sector crítico con la sumisión al poder del independentismo oficial ha ido alzando la voz. En los últimos años, la Convergència pospujolista ha intentado no perder comba en ese flanco sin renunciar a la centralidad. Mas se ha procurado un subterfugio para evitar que el PSC le tilde de extremista y para conjurar la tentación de convertir su primer mandato en un desafío al Estado.
La consulta sobre el concierto económico es un sucedáneo del referéndum de independencia. Y, aunque parezca una iniciativa muy atrevida, resulta casi ingenua si se tiene en cuenta que hasta Antonio Basagoiti, líder de los populares vascos, es capaz de abanderarlo con palabras como estas: "El PP es absolutamente defensor del concierto económico y así lo demostró con Aznar de presidente. Es constitucional y español y sirve para que los vascos nos responsabilicemos en la recaudación yen la financiación de nuestra parte de España". Incluso puede que la iniciativa catalana provoque que Madrid, Baleares o Valencia, comunidades que también aportan al Estado más de lo que reciben, se apunten a convocar consultas similares.
Pero lo relevante es saber hasta qué punto el concierto económico es una distracción para ánimos exaltados o bien se trata de una meta cierta en los planes de Mas. Porque si se trata de lo segundo, hay que recordar los esfuerzos invertidos en negociar una financiación que, por cierto, acaba de ser barrida por los recortes para ajustar el déficit. Si se alientan nuevas esperanzas cuando ni por asomo han cicatrizado las últimas frustraciones o nos adentramos en laberintos de los que luego no sabremos cómo salir, es justo preguntar al líder de CiU: y después de la consulta ¿qué?
22-VI-10, M. Dolores García, lavanguardia