´Bertone, el Rey y las ausencias´, José Antonio Zarzalejos

No es habitual que el secretario  de Estado del Vaticano oficie ceremonias de beatificación. Sin embargo, el domingo pasado se desplazó a Barcelona y presidió la de Josep Tous en Santa Maria del Mar. En mi ignorancia, supuse -y supuse mal- que el cardenal Tarcisio Bertone estaría acompañado por un gran número de prelados. Hubo muchos, todos los catalanes, el cardenal emérito de Sevilla y uno de los auxiliares de Madrid, el secretario de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino y Antonio Cañizares, pero no estuvo Antonio María Rouco Varela que es el presidente del episcopado español.

No son, sin embargo, ausencias gratuitas, como tampoco es casual el gesto de la Santa Sede al enviar a Bertone a Barcelona para la beatificación de Tous y para la preparación de la visita papal el 7 de noviembre próximo con ocasión de la consagración de la Sagrada Familia. Con estos gestos, el Vaticano desplaza el centro de gravedad de la Iglesia española que de modo tan evidente, tan contundente y tan dominante se instaló en el caserón de San Justo, sede del arzobispado de Madrid. Durante años el cardenal de la capital española, y de forma notoria en la anterior legislatura, ha ejercido un liderazgo de hierro en la Iglesia valiéndose de su medio de comunicación por excelencia -la radio episcopal- y de la capacidad de movilización de los neocatecumenales dirigidos por Kiko Argüello.

Aquel mandato inflexible del arzobispo gallego ha pasado a la historia, pero ha dejado una huella profunda en la Iglesia y en la sociedad española. Una parte de la jerarquía se confundió de medio a medio en la primera legislatura de Zapatero suponiendo que su papel era sustitutivo -cuando no suplantador- de la función que correspondía a la derecha democrática, a la que arrastró a expresiones públicas en las que las sotanas se mezclaron anacrónicamente con las indumentarias seglares de políticos requeridos a voces (ya descalificaciones) desde la cadena episcopal para hacer o dejar de hacer esto o lo otro. En consecuencia, las interpretaciones que atribuyen una alta significación a la presencia de Tarcisio Bertone en Barcelona son enteramente acertadas y se ven reforzadas con ausencias difícilmente explicables en la beatificación de Josep Tous. Está bien que la Santa Sede enmiende yerros y rectifique desequilibrios. Y el que quiera entender que entienda.

Otras ausencias -políticas- quizás se debieron a distintas razones: a la confesionalidad del acto -confundiendo gravemente los términos de la cuestión- y a las tensas relaciones entre el Gobierno y la Generalitat. O quizás a que Catalunya está orbitando en una galaxia alejada de la general de España, es decir, que se está produciendo una desconexión sentimental evidente. Como en otras ocasiones, el Rey salvó el trance, se desplazó a Barcelona y cubrió la torpeza, o la desidia, o el sectarismo, de la clase política central. Manca finezza,como dicen los italianos, que hoy condecoran en su embajada en Madrid a Enric Juliana por, entre otros méritos, desenvolverse con ella elegantemente.

29-IV-10, José Antonio Zarzalejos, lavanguardia