īLa hora de la verdadī, Jordi Barbeta

La insólita situación política que vive Catalunya, pendiente de una sentencia inevitablemente demoledora del Tribunal Constitucional contra el Estatut y contra la concepción misma del autogobierno, se ha convertido en una espada de Damocles para los dos partidos que ocupan la centralidad política, CiU y PSC. Ambas fuerzas políticas han conseguido una implantación mayoritaria mediante estrategias basadas en la ambigüedad respecto a la relación entre Catalunya y España. Pero ahora España, a través de sus instituciones, parece decidida a rectificar el rumbo constitucional y los partidos catalanes mayoritarios no van a tener más remedio que decantarse.

A CiU, una sentencia que tumbe el Estatut le obligará a acentuar su discurso nacionalista, justo cuando más cómodo se siente Artur Mas con su oferta de gobierno sólido y serio como alternativa al tripartito. Sus rivales socialistas insisten en el presunto e inconfeso independentismo de CiU, pero si hay sentencia, el problema de los nacionalistas no será decantarse sobre la independencia de Catalunya, sino sobre la Constitución española. Desde la transición, CiU, a diferencia del PNV, ha ejercido de abanderado de la Constitución. En Catalunya no se ha podido reproducir el esquema vasco entre constitucionalistas y nacionalistas, porque los nacionalistas eran los campeones del constitucionalismo. Yde ahí ha derivado toda la estrategia de colaboración con los sucesivos gobiernos que ha tenido España y que ha identificado a CiU como un factor de estabilidad en la política española. Una sentencia que deje fuera de la Constitución la voluntad política de los catalanes, también expulsará a CiU del constitucionalismo y le obligará a replantear su estrategia y hasta su definición ideológica, lo que podría tener efectos sísmicos en la federación nacionalista y de rebote en el mapa político catalán.

Pero si la sentencia se presenta problemática para CiU, el PSC se va jugar el ser o no ser tal como lo hemos conocido hasta ahora. No se trata de que los socialistas catalanes compitan con CiU en el tópico de "plantar cara a Madrid", o de que voten testimonialmente en el Senado distinto de su partido hermano, sino todo lo contrario. Si el PSC no es capaz ahora de forzar a Zapatero a resolver el galimatías del Estatut, quedará definitivamente demostrado que el PSC no es un lobby catalán en el PSOE, sino el lobby del PSOE en Catalunya, la franquicia encargada de rebajar primero las aspiraciones de los catalanes y convencerles luego de que traguen con lo que venga. Y como eso es lo contrario de lo que figura en su partida de nacimiento, también tendra consecuencias imprevisibles pero tremendas.

Tras décadas de ambigüedad, a CiU y al PSC les llega la hora de la verdad. Y la verdad les hará libres.

25-IV-10, Jordi Barbeta, lavanguardia