ŽEl crac de la rosaŽ, Fernando Trias de Bes

Esta semana, un año más, celebraremos Sant Jordi con libros y rosas. Desde un punto de vista económico, sobre los libros se ha hablado bastante, pero lo de las rosas no tiene desperdicio porque en sólo 24 horas se producen cuatro fenómenos que a los economistas llevó décadas identificar y comprender.

El primero es la formidable reasignación de recursos que la mano invisible del mercado es capaz de producir en un visto y no visto. Se sabe que la demanda de rosas va a dispararse exponencialmente: se venderán en Catalunya entre cinco y seis millones de rosas en tan sólo unas horas. Pero el número de distribuidores, floristerías de cada población, difícilmente podría atender tal avalancha de insensatos, todos en pos de su rosa rosae.

La mano invisible actúa y, desde primera hora, las ciudades ven brotar sea con o sin licencia municipal, sombrilla, o mesita, pero siempre con su senyera, cientos y cientos de nuevas floristerías ambulantes que al día siguiente habrán desaparecido como por arte de magia. La reasignación de recursos es, sencillamente, alucinante. Muchos de esos vendedores estaban el día anterior en una obra, en un taller, haciendo repartos o lo que se tercie para ganarse unas perras. "Mañana no vendré, que mi cuñao me ha llamao pá vendé rosas". Eso es movilidad laboral y lo demás son pamplinas. Ni en el mejor año de los planes quinquenales soviéticos podría igualarse la formidable reasignación de recursos de Sant Jordi. Si Adam Smith fuera catalán y viviese todavía, cada 23 de abril lloraría de emoción.

El segundo fenómeno económico que experimentaremos este viernes es el de la competencia perfecta, aquel en el que existen gran cantidad de compradores (demanda) yde vendedores (oferta), de manera tal que ningún comprador o vendedor individual ejerce influencia decisiva sobre el precio. ¡Qué bonito! ¿Se produce eso en Sant Jordi? Casi. Estamos todos de acuerdo en que cinco millones de rosas, de una en una, son bastantes compradores (demanda fragmentada) y ya hemos visto que el número de vendedores (oferta fragmentada) también es muy elevado (por lo menos habrá un rumano en cada esquina del Eixample).

La rosa (el producto) es bastante homogénea (en realidad, hay muchas calidades, pero pocos se enteran) y no lleva marca, por lo que cada rosa es sustitutiva perfecta de la que se vende a veinte metros de distancia. Los vendedores y los compradores tienen, además, información completa y gratuita. "¿A cuánto la rosa, aquí?". "¡A tres euros, caballero!".

La respuesta la oyen perfectamente en el puesto de al lado, y de no ser así, lo sabrán igualmente porque a primera hora los floristas ambulantes contiguos ya han comprobado sus precios. Los de rambla Catalunya se vigilan entre sí, pero esta vigilancia no se extiende hasta, por ejemplo, la calle Aribau, por lo que tampoco pueden pasarse tres pueblos con las rosas. Y eso nos conduce al tercer fenómeno.

¿Cuánto vale una rosa? Desde luego, el día de Sant Jordi, más. El precio medio de una rosa en un día normal ronda los dos euros, que es el precio mínimo que nos ofrecerán la mañana del viernes. El precio medio se situará entre los 3 y los5 euros, bastante más que un día normal.

Puede esgrimirse que la rosa sube de precio porque la demanda (millones de rosas), aumenta proporcionalmente más que la oferta (sólo miles de vendedores más). Sin embargo, en el caso de los libros la demanda aumenta casi igual y, en cambio, los vendedores de libros son prácticamente los mismos (más mesas, pero mismos distribuidores). El motivo es que el de los libros es un mercado, en realidad, mucho más transparente y regulado que el de las rosas, especialmente ese día. Además, no estamos acostumbrados a comprar rosas sueltas.

Pero el tema es más sangrante porque las diferencias de precios van entre los dos y doce euros.

¡Un 600% de diferencia intra día!,algo difícilmente observable en algún otro producto de consumo de venta regular y todavía menos en la cotización de una acción durante una jornada bursátil normal.

Esa diferencia se debe a tres factores: por un lado, la calidad y tamaño de la flor. Lo que pasa es que se trata de una compra de muy bajas garantías. Vaya usted a reclamar al ambulante desaparecido que la rosa que con tanto amor regaló a su señora está al día siguiente mustia y negruzca; el segundo es la calidad de los adornos (el envoltorio, la banderita catalana, el lazo, la base, la espiga, etcétera). Pero el más interesante desde un punto de vista económico es la ubicación del puesto donde son vendidas: en los lugares más concurridos pueden costar el doble que alejándose tres calles (¡a veces basta con caminar 300 metros para pagar la mitad por la misma rosa!).

Esto sí es relevante porque demuestra que la igualdad de los precios se da por áreas de varios metros cuadrados. Hay precios igualados en zonas concretas, pero un cambio de barrio fácilmente conlleva un cambio de precio. Y eso nos lleva al último fenómeno, el más temido por los mercados: el desplome de los precios.

Este es un factor muy peculiar en el que poca gente ha reparado, que es la evolución del precio de las rosas según la hora. A primera hora, por una rosa te piden unos cinco euros, aproximadamente. Pero a medida que transcurre el día, los vendedores tienen menos oportunidades de desembarazarse de las rosas pendientes de venta.

CAEN LOS PRECIOS
Al día siguiente la rosa no tendrá apenas compradores, así que a medida que oscurece y se hace de noche, los precios van bajando, y es habitual que los vendedores salgan incluso de sus puestos y aborden a los viandantes sin rosa en ristre para decirles: "¡Esta rosa por un euro!". Este mismo vendedor, a primera hora de la mañana, esperaba sentado en su silla, no hacía esfuerzo por perseguir a ningún cliente, y, además, cobraba cinco euros por la misma flor. En términos económicos, esto se llama un crac. El crac de la rosa.

Los que ponen en tela de juicio las burbujas afirman que un bien no puede considerarse sobrevalorado mientras haya gente que pague su precio. Las tautologías son siempre ciertas, pero sirven de poco. No voy a discutir que si alguien pagó 150 euros por una acción de Terra, no fuese ese su precio, pero otra cosa distinta es que ese precio sea sostenible en el tiempo. Del mismo modo que el precio de una rosa baja el 23 de abril a cada hora que pasa, los bienes objeto de burbujas están a unos precios insostenibles en el tiempo. ¡Gràcies, Sant Jordi, per aquesta lliçó que ajuda a protegir els meus estalvis!

Lo paradójico del desplome de precios de última hora de la tarde es que las rosas que se regalan a las compañeras de trabajo acaban costando más que la de la esposa, pues las primeras se han de comprar por la mañana de camino a la oficina, y la segunda, con tal de que no se estropee, a última hora, de regreso a casa. Al final se gasta uno más en la rosa de la secretaria que en la de la mujer. Bueno, en algunos casos esto quizá no sea tan paradójico…

 

18-IV-10, Fernando Trias de Bes, profesor asociado de Esade, especialista en innovación y creatividad, lavanguardia