´La fórmula Hereu: A+ B > C´, M. Dolores García

Barcelona se ha atrevido con profundas transformaciones urbanísticas de la mano de unas autoridades acostumbradas a ver en la obra pública un instrumento eficaz de propaganda. Es un vicio que se repite desde que Ramsés II pregonó en las enormes columnas de Karnak su discutible victoria contra los hititas en la batalla de Qadesh. El faraón utilizó la piedra como relato. Hoy, todo líder que se precie alberga un íntimo anhelo de perdurabilidad en forma de tocho. Es comprensible, por tanto, el deseo de Hereu de rehacer la Diagonal, arteria vital de la malla ideada por Cerdà. Pero Barcelona es una de esas urbes jalonada de carteles con el lema "salvem…". Sus habitantes viven el urbanismo con encendida pasión. Y la receptividad del Ayuntamiento ante esas opiniones ha sido variable. En unos casos, su obcecación ha llevado a rotundos fiascos - Lesseps o Glòries-,en otros, los cambios toparon con reticencias para luego digerirse con indisimulado orgullo, como las obras olímpicas.

Ahora Barcelona se dispone a dar un salto en el modelo de toma de decisiones urbanísticas con un referéndum sobre la Diagonal. La idea no parte del afán de promover la democracia participativa, sino de la necesidad de Hereu de identificar su mandato con un proyecto de envergadura y empujado por su precariedad política. Una vez inmerso en el compromiso de la consulta, el gobierno municipal se ha adentrado en una maraña de variopintas posibilidades de reforma que, al final, ha desembocado en tres opciones: A o paseo, con aceras más anchas; B o rambla, y C, dejarla como está.

Pero la consulta, así planteada, adquiere matices tramposos. Hereu reconoce que no piensa hacer demasiado caso del resultado. ¿Cuántos votos son necesarios para estimar que la consulta no es un fracaso? ¿150.000? No serían ni el 10% de los llamados a votar…

Pero lo más capcioso es la formulación de las preguntas. Bajo los bucólicos dibujos virtuales que nos presenta el Ayuntamiento subyacen dos opciones, no tres. Porque A y B son lo mismo: una drástica reducción del vehículo privado. ¿No sería más honesto dejar el diseño a los técnicos y preguntar en qué porcentaje desean los ciudadanos eliminar la circulación de coches por la Diagonal? ¿Un 50%? ¿El 80%, como plantean las opciones A y B?

Por último, ¿qué pasará si la mayoría elige C? ¿Que Hereu ha fracasado? En absoluto, pues la suma deAyB será previsiblemente mayor que C y el alcalde concluirá que la mayoría desea la reforma. Y él ya ha decidido ser el alcalde que proyectó la nueva Diagonal.

La ingenuidad que asocia de forma automática las consultas a una democracia de más calidad también puede ser utilizada por el poder. Pero en el caso del urbanismo, las decisiones las toman al final quienes han sido elegidos para ello. Por sus resultados deberán rendir cuentas.

6-IV-10, M. Dolores García, lavanguardia