´Un árbol en el páramo´, Miguel Delibes

El que sigue es el primer artículo publicado por Miguel Delibes
en ´La Vanguardia´, el 19 de junio de 1964.

Los periódicos del país han difundido la noticia con grandes titulares: "En Valdeajos, partido judicial de Sedano (Burgos) ha brotado un chorro de petróleo de cincuenta metros de altura". El tiempo nos dirá en qué queda todo esto; si el páramo de la Lora se despetroleó del todo con este pinito o si aún queda petróleo en sus entrañas para dar y tomar. De momento, la noticia es importante para la aldea de Valdeajos, para el Municipio de Sargentes, para el partido de Sedano, para la provincia de Burgos, para la región castellana, para España entera. Esperemos.

Antes que éste, ya había escrito varios artículos sobre Sedaño en los periódicos del país. Artículos que respondían a motivos sentimentales, cuando no al dolor que me producía la despoblación de Castilla, especialmente acentuada en aquella zona. Respecto a mi relación personal con este pueblo ya traté de definirla en el prólogo que le puse a Jorobita,un bello libro de Santiago Rodríguez Santerbás, burgalés como el petróleo. "Para sentar las cosas desde el principio - escribía entonces-dice que Sedano es mi pueblo, un pequeño gran pueblo de Burgos, donde la gente llega a vieja comiendo manzanas y miel, los cangrejos y las truchas se multiplican confiadamente en los regatos y los conejos corren libres por el monte sin temor a la mixomatosis. Quiero anticipar con esto que Sedaño es un pueblo muy sano y que ni las manzanas ni los hombres tienen coco allí". "Pero, bueno - me dice a veces la gente-,¿no es usted de Valladolid?" En efecto, uno nació - o le nacieron-en Valladolid, ciudad de la que se siente orgulloso, pero eso no obsta para que a uno, desde pequeñito, le gustase tener un pueblo, siquiera para poder decir: "Allá, en mi pueblo, para ahuyentar los topos, plantan en los huertos un árbol que llaman tártavo que es talmente como una verde y gigantesca araña tropical". Porque es en los pueblos donde nacen las cosas y las costumbres y cada pueblo tiene una cara y no como las ciudades que todas se asemejan porque todas, incluso las más pequeñas, aspiran a parecerse a Nueva York. Así que Sedano es mi pueblo y no por casualidad de haber nacido en él sino por decisión deliberada de haberle adoptado entre mil".

Bueno, esto escribía uno, sobre poco más o menos, hace tres años. Ahora en Sedano, en mi pueblo, el páramo ha parido un chorro de petróleo de cincuenta metros de altura. Uno no quiere pensar en lo que vendrá detrás de ese chorro. No quiere pensar en que las gentes de la zona puedan criar coco, o enfebrecerse, o que las aguas verdes y transparentes del Rudrón puedan tornarse negras. Uno, con sus modestas entendederas, entiende que el progreso viene a ser algo así como la manera más provechosa de destruir la naturaleza (dicho sea con las debidas disculpas). Pero estos pensamientos, en plena, jubilosa euforia de una zona económicamente deprimida, no son correctos, ni siquiera humanos.

Después de todo, esta es la culminación de un proceso previsible. Los vecinos de Zamanzas, hace ya un siglo que encendían sus candiles con la nata del arroyo que surca el valle. Luego, mucho más tarde, de ciento en viento, aparecía por Sedano un camión:

- ¡Los del petróleo!

- ¿Otra vez?

- Mira.

Y los del petróleo hacían unas pequeñas calas en el patatal del señor Avelino y se largaban con la música y el camión - P. P.-a otra parte.

- Señor Avelino, si le han marrotado las patatas.

- Deja; ya pagarán.

Ahora, hace cosa de mes y medio, en una de mis escapadas a la orilla del Rudrón, buscando truchas, encontré Sedano convertido en un campamento: Camiones - P. P.-,jeeps,remolques, coches con la casa a cuestas y merci beaucoup y how do you do y un trajín de tente y no te menees:

- Pero, ¿qué es lo que ocurre?

- El petróleo, ya ves.

- Ahora parece que va en serio.

- ¿Tú crees que tendremos esa suerte?

Y un mes y pico más tarde saltó el chorro negro. Y yo no debo pensar ahora si con el chorro se irá el jabalí o se enlutarán las aguas del río, o vendrá el coco a las manzanas, o huirán las abejas, sino que tal vez con el chorro las mujeres de sayas negras cesarán de acarrear penosamente cuatro espigas con el pollino desde las hazas de la ladera, y las pobres gentes de los pobres pueblos no se verán forzadas a emigrar como emigraron de Cortiguera, de Huidobro, de Mozuelos y de tantos y tantos pueblos y aldeas de los alrededores. Y los resignados vecinos de Sedano no vivirán pendientes de si por Las Puertas de Noceda se trascoló la helada traidora y se llevó las ciruelas y chamuscó las nogalas.

Sí, hay que pensar en el júbilo de estas gentes para sentirse jubiloso ante el chorro negro de cincuenta metros que se ha alzado como un árbol redentor en el desolado páramo de la Lora. Sí, seguramente hay que pensar en todo esto y no pensar en el Sedano bucólico de Isaac Peña - que no vivió para verlo-porque el Sedano de las manzanas y el jabalí, del cristalino murmullo de la Tobaza, del tártavo y las abejas, debe quedar atrás, justamente como lo que era: un disparatado anacronismo en plena fiebre de las máquinas.

13-III-10, lavanguardia