...Se nos ha explicado la magnitud del déficit y de la deuda pública, o el aumento imparable del paro. Nadie ha recordado, sin embargo, el episodio de hace poco más de un año cuando, a partir de diciembre del 2008, Grecia se convirtió en un campo de batalla a raíz de disturbios y revueltas urbanas de una violencia desconocida hasta entonces allí. Fue una explosión, sobre todo, aunque no sólo, de la población joven, en la que había hecho estragos una tasa de desempleo altísima. Era, se dijo entonces, la rebelión de la generación de los 600 euros, que descubría un panorama de futuro desolado. Jóvenes que habían recibido una educación, sobre todo la universitaria, que no sólo no se correspondía con las necesidades del mercado laboral, sino que los incapacitaba para competir a un cierto nivel en los rigores de la economía productiva de la sociedad del conocimiento. La pérdida de confianza en el futuro aparecía hace poco más de un año, más que como una sospecha tremendista, como una durísima realidad.
Es cierto que la devastación del sistema educativo griego no fue la única causa detonante de las protestas, puesto que también lo eran la crítica a un sistema político ineficaz, a causa sobre todo del bipartidismo oligárquico y del clientelismo endogámico de la clase política, así como los escándalos de corrupción institucional. Pero es preciso recordar ahora, a cuento de lo que estos días sabemos de su economía, que ya entonces se dispararon las alarmas por la deficiencia estructural de un sistema educativo caduco y obsoleto: universitario en concreto, pero que afectaba a todos los niveles de enseñanza en general. El gasto público del Estado griego en la universidad figuraba entre los más bajos de la OCDE, en ese furgón de cola de las estadísticas educativas en el que el Estado español, recordémoslo, hace compañía habitual a Grecia. Y no sólo en inversión, sino también en resultados.
En aquel momento, el rector de la Universidad de Atenas, el reputado intelectual Jristos Kitas, presentó su dimisión, dando la razón a los motivos de la revuelta y exigiendo la toma de medidas que permitieran salvar a la educación del naufragio. Huelga decir que no se tomaron. Y de aquellas aguas vinieron estos lodos. España, se nos dice ahora, esgrimiendo estadísticas, no es Grecia. Yo, con toda modestia, no estaría tan seguro.
22-II-10, Xavier Antich, lavanguardia