¿Ha sido la gripe A un camelo? Si ha tenido usted la oportunidad de leer los argumentos del doctor Wolfang Wodarg en el periódico L´Humanité quizá ya tenga una respuesta. Le felicito si es así, porque con toda sinceridad creo que sólo una revisión pública, transparente y científica de la actuación de la OMS podrá sacarnos de dudas, y eso no se improvisa por mucho que la pandemia haya pinchado como un globo. Este epidemiólogo alemán está lanzando dudas (¿razonables?) en las que sostiene que la industria farmaceútica incitó a favorecer estrategias de vacunación ineficaces para beneficio propio, entre ellas el cambio de definición de la pandemia. Wodarg ya lleva unos días triunfando en esa caja de resonancia que es internet, aunque no como lo hizo la monja Teresa Forcades. La doctora y monja del monasterio de Sant Benet estalló como un rayo con sus teorías cuando no había certezas, pero perdió credibilidad al trufarlas con la teoría de la conspiración. Ahora las acusaciones de este doctor -demasiado graves para lanzarlas sin pruebas-dejan más indiferentes, pero lo cierto es que Wodarg, con razón o sin ella, se ha convertido en el nuevo azote de la OMS, en la voz de la desconfianza, la verdadera secuela del virus.
El virus no ha resultado ser tan fiero como lo pintaban. Ahora lo sabemos. Quizá un lobo con piel de cordero, como aquél que retrató José Luis Rodríguez para el premio Wildlife World Photographer of the Year y que resultó ser un engaño. ¿Realmente había motivos suficientes para tomarse la amenaza de la OMS en serio o nos tomaron el pelo? ¿La alarma estuvo justificada? Ante la levedad de la pandemia, cunde la sensación de que nos hicieron pasar miedo por nada, que intentaron gobernar nuestra voluntad. Incluso ya hay quien, entre intrigas y conspiraciones, plantea paralelismos con la doctrina del shock de Naomi Klein o cómo hacerse rico a costa del pánico. Ante esto nos asalta otra duda: La vacunación nunca fue obligatoria, pero ¿en algún momento se habría podido llegar a obligar?
En medio de esta histeria globalizada, de acusaciones cruzadas entre la OMS y el doctor Wodarg, surge un pequeña voz que llama a la calma. Es la de un gironí,Salvador Macip, un científico abonado a la divulgación que publica Las grandes plagas modernas (Destino/ La Campana). Me apunto a sus tesis, que son básicamente dos: una, que las decisiones de la OMS fueron bastante correctas con la información de que se disponía porque no se sabía hasta qué punto este virus podía ser agresivo; y dos, que el pánico exagerado se disparó sobre todo por la mala de comunicación. No se supo explicar cuál era el riesgo real. Empezar a contar los muertos uno a uno, sin referencias y como algo epidemiológicamente relevante, convirtió la información en miedo y nadie supo corregir el tiro. Aunque el riesgo existía, nos dice Macip. El riesgo existía y había que hacer algo. La maquinaria de prevención se puso en marcha desde el peor de los escenarios posibles, luego vinieron las prisas y una vacuna con su "seguridad notable" pero no total... Ante el dilema entre prevenir y curar, no duden que quien escribe se decanta por lo primero. Tendríamos que celebrar que el lobo de la gripe haya sido un cordero. El problema es que, con tanta desconfianza, si algún día llega una pandemia grave de verdad no lo creeremos. Como en el cuento de Pedro y el lobo.
28-I-10, Susana Quadrado, lavanguardia