´Anoche, anteayer´, Anton M. Espadaler

En 1848 Joan Cortada y Josep de Manjarrés publicaron el famoso Libro verde de Barcelona,definido como un "añalejo de costumbres populares, fiestas religiosas y profanas, usos familiares, efemérides de los sucesos más notables acaecidos en Barcelona, noticia de la instalación de sus establecimientos y corporaciones de toda clase, con una porción de zarandajas más, unas formales y otras alegres, y algunas que no son alegres ni formales". Los dos escritores no se andaban con remilgos; tanto es así que si alguna credibilidad obtuvieron fue porque procuraron describir la realidad sin esconder ni edulcorar sus aspectos menos agraciados. Más cerca de los futuros folkloristas que de los autores de ficción, el suyo era un costumbrismo analítico, nada nostálgico y poco dado a los escapismos líricos.

He leído lo que escribieron sobre la vigilia de Reyes y me ha sorprendido el tono nada proclive a las concesiones infantiles que desprende el texto, debido en este caso a Joan Cortada. Para empezar, se muestra satisfecho porque el Ayuntamiento de la ciudad finalmente se ha decidido a prohibir la costumbre de la chiquillería de recorrer las calles al anochecer, armando un ruido tremendo, trompeteando con bocinas o caracoles de mar, y volteando "un pedazo de cuerda encendida", llevándose por delante a los transeúntes.

Esta actitud distante ante la algarabía infantil, se confirma cuando se trata de describir el meollo de la fiesta. Cortada no ofrece ninguna concesión a las ilusiones de niños y niñas. "Dejad, niños, que os de una noticia que os conviene y que podéis creer que es verdadera, pues acerca de este negocio las tengo muy buenas. Esos señores reyes que todo lo saben, han llegado a entender que entre vosotras y vosotros los hay y las hay que no obedecen a sus padres, que son desaplicados y holgazanes, que se ensucian mucho la ropa, que hacen enfadar a la maestra y al maestro, y otras cosas que vosotros no ignoráis ni yo tampoco". Y en consecuencia, y ante la posibilidad de una desilusión de las gordas, concluye que "si alguno de vosotros no es bueno o no obedece o se ensucia la ropa, o es holgazán o desaplicado, no ponga zapato ni plato porque se llevará un gran chasco; métase en la cama sin hablar de los reyes y procure enmendarse para que en el año venidero tenga ración doble".

He aquí, concentrado, todo un programa educativo. Muy anticuado, no hace falta decirlo, ya que, aparte de apuntar una dinámica de estímulos, de recompensas y castigos en los procesos formativos (cuya inutilidad para la vida práctica es uno de los axiomas más asentados de la moderna pedagogía), se basa en la convicción (hoy absolutamente abandonada) de que el niño debe crecer - fíjense ustedes lo atrasados que estaban-haciéndose responsable de sus actos. Qué tiempos. Aquellos, claro está.

6-I-10, Anton M. Espadaler, lavanguardia