´¿Así somos?´, Imma Monsó

a sabemos cuáles son las familias que “peor educan a sus hijos” después de haber leído el informe Models educatius familiars a Catalunya de la Fundación Bofill. Pero poco se ha hablado de las familias que educan “bien”, que al parecer son dos: la familia “conservadora” y la familia “armónica”.

La primera, de la que el informe dice, no sé si con ironía, que “no destaca en nada, salvo en su contención”, está constituida por familias “muy enrocadas en sí mismas”, cumplidoras de las normas y pendientes de sus hijos. Políticamente se consideran de centro, tienen convicciones religiosas aunque no sean practicantes, y temen especialmente ser criticados por el exterior.

Les preocupa quedar bien, pero miran más por sus intereses que por los de la colectividad. El informe dice (sic): “No dubtará a falsificar el que calgui (encara que en to menor, sense extravagàncies ni delictes greus) per protegir els seus”. Son, según el informe, los que menos dudan en falsificar el domicilio para conseguir la escuela deseada o los que más justifican
el copiar en un examen. Por alguna razón, el informe la considera “prototipo de familia catalana”.

¿Hemos pues de concluir que la familia prototipo catalana es un tipo de familia aspirante a familia Millet o Montull pero en pequeñito? ¿Hemos de fiarnos de esos hijos educados en una moral farisea que no dudan en favorecer sus intereses por encima de todo? ¿Es así la
familia prototipo catalana?

La segunda familia es la familia ideal, que el informe denomina “familia armónica”. Según el informe es la más positiva y resulta curioso conocer (un dato que no vi reflejado en ningún comunicado) que un número notable de inmigrantes sudamericanos forman parte de este grupo.

Estos padres privilegian las manifestaciones afectivas y el respeto a valores como la compasión y el altruismo. Son estrictos pero muy afectuosos y son los más satisfechos de la educación que reciben sus hijos fuera de casa. Según el informe “són els més altruistes, cívics i religiosos”.
En resumen, el informe tipifica a dos familias calificadas negativamente por su excesiva permisividad o por un exceso de represión (los extremos se tocan) que darían o dan lugar a hijos incívicos con resultados académicamente pobres, y en el otro plato de la balanza, tipifica
a dos familias también muy distintas: la familia farisea y la familia afectuosa.

El informe deja claro que los valores son fundamentales a la hora de educar, tanto si se imponen con hipocresía (familia conservadora), como si salen del alma (familia armónica).

Ahora bien, ¿de qué valores nos habla el informe? Fácilmente se deduce, aunque no los define en lugar alguno, que están aludiendo a valores como el altruismo, el civismo, la empatía con el prójimo o la compasión. Lo que me parece altamente sospechoso es que no aparezca para nada un tipo de familia que me consta que existe a mi alrededor y que podríamos llamar: “familia atea de izquierdas que en la educación de los hijos privilegia valores éticos sólidos no asociados
a religión alguna”.

¿Qué razones pueden esgrimirse para tan sospechosa ausencia? Siendo benévolos podríamos pensar que a lomejor tales familias no son lo bastante significativas en número para ser relevantes como tipología. Siendo menos benévolos, podríamos pensar que los autores del documento (todos ellos, por cierto, vinculados al mundo jesuítico de Deusto), llevan sistemáticamente el agua de los valores al molino de la religión. Lo cual estaría muy feo en un documento que lleva el nombre de “informe” y en el que, supuestamente, prima la objetividad por encima de cualquier otra consideración.

19-XII-09, Imma Monsó, lavanguardia