´El futuro de la población´, Juan Díez Nicolás

El crecimiento de la población del planeta ha sido muy lento durante la mayor parte de la historia de la humanidad. Solamente en los últimos 200 años puede decirse que ha sido crecientemente acelerado, pero muy descompensado en cuanto a su distribución por continentes.

Algunas cifras ayudan a comprenderlo. Se estima que la población del mundo al comienzo de nuestra era, hace 2009 años, era aproximadamente de 250 millones. Aunque la natalidad era muy alta, la mortalidad era con frecuencia aún más alta, por lo que el crecimiento fue tan lento que esa población tardó aproximadamente 1.650 años en duplicarse y llegar a 500 millones. Pero los avances tecnológicos en la producción de alimentos y en los transportes y comunicaciones fueron poco apoco reduciendo la mortalidad, y permitiendo un crecimiento más acelerado.

En solamente 200 años la población del mundo se volvió a duplicar, y llegó a los 1.000 millones aproximadamente en 1850. Y se volvió a duplicar en tan sólo 100 años, de manera que en 1950 la población del mundo ya era de 2.000 millones de habitantes. Desde entonces para acá, en sólo unos 50 años la población del mundo se ha más que triplicado, pues en el año 2000 superaba los 6.000 millones de personas. Además, se ha observado que el crecimiento en los países desarrollados, especialmente en toda Europa, desde Portugal hasta la Federación Rusa, se ha aproximado a 0, e incluso en algunos países es negativo (la población disminuye en lugar de crecer), una situación que se ha compensado admitiendo inmigrantes de los países menos desarrollados, que además tienen un crecimiento todavía muy alto, debido a su alta natalidad.

Ese es el caso también de España desde los años ochenta del siglo XX. La diferencia en el ritmo de crecimiento de unos y otros países se pone de manifiesto cuando se observa que, en la década de los años sesenta, un tercio de la población mundial residía en países desarrollados, y dos tercios en los menos desarrollados. Actualmente, solamente uno de cada cinco habitantes en el mundo vive en países desarrollados, y cuatro de cada cinco viven en países menos desarrollados.

En la actualidad, por tanto, los países desarrollados, como España, tienen una mortalidad muy baja y una natalidad también muy baja, con un crecimiento natural casi 0 o incluso negativo, y una población envejecida (un 20% de la población tiene más de 65 años, otro 20% tiene menos de 15 años, y el 60% entre 15 y 64 años) que envejecerá aún más en las próximas décadas. Los países menos desarrollados han reducido su mortalidad y su natalidad, pero todavía les queda un camino por recorrer en ambos casos, su crecimiento demográfico es todavía muy alto, y su población todavía muy joven (aproximadamente entre un 30%-40% tienen menos de 15 años, y menos de un 10% tienen más de 65 años, si bien estas poblaciones están envejeciendo más rápido de lo que se esperaba porque su mortalidad y su natalidad están disminuyendo también más rápido de lo que se esperaba).

Al evaluar estos cambios no hay acuerdo respecto a sus consecuencias ni respecto lo que sería mejor para el planeta Tierra. Algunos temen que el crecimiento siga siendo muy alto, pues aunque se está reduciendo, puede seguir provocando la duplicación en sólo 70 años, de manera que en el 2050 se podría llegar a los 12.000 millones, aunque lo más probable es que no se llegue a esa cifra tan pronto. (Algunos científicos afirman que la Tierra no podría sostener una población superior a los 10.000 millones). Pero otros temen que el problema sea la falta de crecimiento, el estancamiento de la población por debajo de esa mágica cifra, y que la población envejezca excesivamente, y por ello piden un incremento de la natalidad. Sin embargo, no parece probable que las mujeres vuelvan a tener un promedio de tres o cuatro hijos a lo largo de su vida. Y tampoco parece probable que los países menos desarrollados sigan enviando inmigrantes a los más desarrollados, pues sus poblaciones también están envejeciendo y reduciendo su crecimiento. El futuro más probable es el de que todos los países lleguen a lo largo de este siglo XXI a un crecimiento demográfico próximo a 0, y a que las estructuras de sus poblaciones sean similares. No parece probable retornar a altos niveles de natalidad, y los movimientos migratorios basados en desequilibrios demográficos tenderán a reducirse también.

La única solución para volver a tener estructuras demográficas con mayoría de jóvenes, como en el pasado, sería aumentar la mortalidad. Y no parece que esa sea una solución deseable. Por tanto, hay que adaptar la organización de la sociedad a los hechos demográficos descritos, pues lo contrario, es decir, adaptar los hechos demográficos a la organización social, no parece posible.

 

13-XII-09, Juan Díez Nicolás, catedrático eméritode Sociología, Universidad Complutense de Madrid, lavanguardia