Los dos estudiantes que quisieron soltar su pequeño discurso en el Congreso al leer la Constitución nunca debieron ser silenciados. Al revés: si cada uno de los jóvenes que leyeron hubiera hecho una apostilla de cada artículo, sabríamos cómo ven la Ley de Leyes. Y nos íbamos a llevar más de una sorpresa. Pero claro: los jóvenes sólo están para ser criticados por el botellón. Ante las leyes, cuanto más callados mejor.
5-XII-09, Fernando Ónega, lavanguardia