El centrocampista Leitgeb fue sustituido antes de llegar al descanso del partido entre España y Austria. El locutor no se atrevió a pronunciar el nombre del jugador que entraba de refresco y pidió auxilio a un compañero: "Mejor que lo digas tú, que es muy complicado". Uno se esperaba un apellido tremendo, pero cuando oyó Baumgartlinger le pareció que no había para tanto. A mí y a usted puede que nos cueste la primera vez si nos pillan desprevenidos, pero sorprende que se le atragante a una persona especializada en la comunicación oral. ¿No se lo había preparado antes? Familiarizarse con los apellidos de los deportistas y aprender su pronunciación aproximada ¿no es un deber elemental de un comentarista deportivo?
La Celtiberia profunda sigue amurallada en un monolingüismo radical. El dominio de los idiomas extranjeros es aquí de los más bajos de Europa, incluso en la universidad y en los medios de comunicación. El inglés se va abriendo paso casi sin querer, por pura necesidad, pero a un nivel elemental y con una ramificación inadecuada, puesto que ahora se pronuncian a la inglesa palabras francesas, alemanas o nórdicas. Pero no pasa nada. En el fondo está mal visto pronunciar correctamente las palabras extranjeras.
Eso es para los pedantes y los puntillosos. Lo típico es la caspa lingüística que se regodea en su ignorancia y toma a chirigota los nombres extranjeros.
20-XI-09, Ramon Solsona, lavanguardia