ŽBoxeo virtualŽ, Antoni Puigverd

Una vez más, la política y cierto periodismo demuestran que la nación española no existe. En una nación de verdad (Francia, Alemania) se comparten espacios sagrados, que nadie viola. Las dificultades causadas por un enemigo exterior, por ejemplo, no son instrumentalizadas por los partidos de la oposición para poner en dificultades al gobierno; ni son aprovechadas por el gobierno para culpar a la oposición de todas las penalidades. Cuando, en un país de verdad, está en riesgo la seguridad de unos conciudadanos, como ha sucedido con el Alakrana, la unión se refuerza en todos los órganos del Estado y los partidos lideran en comandita el frente común ante la adversidad. Aquí, en cambio, ante la adversidad, todos los protagonistas se lían la manta a la cabeza y salen por peteneras. Empezando por los ministros que han intervenido en el arduo secuestro: dieron la impresión de defender objetivos personales (un gobierno con aspecto de olla de grillos perjudica al líder que lo preside más que los palos de la oposición). La judicatura ha actuado, ante el peliagudísimo problema de los dos secuestradores detenidos, como casi siempre hace: atendiendo a la letra de la ley, no a su espíritu: indiferente como un Buda a las posibles consecuencias fatales de su intervención. Las familias, por su parte, organizaron una gran trifulca (con el gozoso beneplácito de los medios de comunicación, incapaces - ¡naturalmente!-de sacrificar una buena ración de lágrimas y reproches, que siempre excitan el apetito de la audiencia).

La trifulca de los familiares es lo más explicable del caso: al fin y al cabo todos defenderíamos a nuestros seres queridos con uñas y dientes, si hiciera falta. ¿Pero, era lógico que los familiares atacaran sólo al Gobierno dejando sin un reproche al armador? ¿Acaso no era el único a quien podía señalarse con seguridad como responsable de lo que estaba pasando? En este melodrama con final feliz, el armador era el único que merecía uno de los dos conceptos que ahora se usan para juzgar al Gobierno: incompetente o culpable. En una sociedad de ciudadanos responsables, en la que cada palo aguantase su vela, el peso de la reflexión crítica debería recaer en estos momentos sobre el armador. Yno sobre un Gobierno que ha tenido que destinar, en plena crisis, millones de euros del erario a resolver un problema causado por la incompetencia o la culpabilidad de un armador que, por interés privado, decidió poner en riesgo la vida de sus pescadores.

Pero el PP no puede reprimir la tentación de hurgar en la herida del Alakrana y está montando la enésima bronca al Gobierno, vengándose, quizás, de lo del Prestige (cuando el PSOE, ¿recuerdan?, hizo al PP lo que ahora el PP hace al PSOE). Son como niños practicando boxeo ritual para ocultar su tremendo vacío. Incapaces de proponer relatos con sentido y propuestas de largo alcance, ofrecen espectáculo.

20-XI-09, Antoni Puigverd, lavanguardia