´La sombra de la duda´, M. Dolores García

Sandra Lonardo Mastella, presidenta del Parlamento de la Campania, la región de Nápoles, ha sido desterrada por orden judicial, acusada de dirigir una red de corrupción junto a su esposo, ex ministro de Justicia. Como verá Agustí Colomines, director de la Fundació Trias Fargas, aún nos falta un trecho para convertir Catalunya en Italia. Colomines lo decía amenazando con "tirar de la manta", algo que aquí no ha hecho ni Roldán. Otra cosa es montar una polvareda con la suciedad que a veces asoma bajo la alfombra. Cuanto menos se escapa, más escandalera. Si la corrupción es de alto voltaje, queda en agua de borrajas. Ahí está el 3% de Maragall. Un presunto cobro generalizado de comisiones en obras públicas desvelado por el president en sede parlamentaria. Gran alboroto. La Fiscalía abrió una investigación por supuesta financiación ilegal de CiU. Quedó en nada. En el oasis catalán siempre ha estado implícita cierta voluntad de dejar la manta en su sitio, resguardando del frío.

Si por algo resulta fascinante el caso Millet es por la pertenencia del personaje a lo más granado de la sociedad. Es sencillo extender la sospecha hacia toda la clase social con la que se codeaba. Y para el PSC es una oportunidad de oro de presentar a CiU como el instrumento político de unos poderosos avaros y sin escrúpulos. Convergència se lo ha puesto en bandeja. El itinerario del dinero recibido por la fundación Trias Fargas procedente del Palau de la Música, es decir, en buena parte de fondos públicos, es deshonesto aunque sea legal, incluso aunque la fundación convergente hubiera celebrado cuatro conciertos para justificar el ingreso. Pero también es verdad que todos los políticos saben que las fundaciones afines permiten eludir la ley de financiación de partidos que ellos mismos endurecieron para prohibir las donaciones anónimas. Y que los gobiernos no controlan como debieran las cuentas de las fundaciones políticas. Y que fueron aportando millones al Palau sin ocuparse de comprobar que el dinero de todos no era despilfarrado o sustraído.

Cuando el PSC asegura que Convergència pagó campañas electorales con dinero del Palau, la acusación no debería acabar como el 3%. Si los socialistas se conforman con erosionar al rival extendiendo la sospecha, la táctica puede volverse en su contra. Asimismo, cuando Colomines amenaza con tirar de la manta y esconde la mano, ensucia la política, incluyendo a su partido. Porque al abrigo del enfado que suscita el caso Millet en esta sociedad descreída, es fácil lanzarse a dudar de todo y de todos: de los maestros, los médicos, los políticos, los periodistas, los empresarios, los jueces… Y surgen salvapatrias y adalides de una supuesta regeneración democrática, cuando no todo lo que presume de estar fuera del sistema es más ético y moral que el sistema. Ni mucho menos.

27-X-09, M. Dolores García, lavanguardia