Buscando en el baúl de los recuerdos a uno le vienen a la memoria las interrupciones, en los albores de los 60, de la primeras emisiones televisivas de TVE y la advertencia del abuelo: "No toquéis el televisor, es de ellos". Cuando algo iba mal, a menudo se buscaba la causa fuera de casa. Si un niño era malcriado, la culpa siempre era de las malas compañías: "Nuestro niño no es así", decían. E n un ámbito más amplio, se achacaba (no sin razón) al régimen franquista (ellos) la persecución de la lengua y la cultura catalanas (nosotros). Aunque algunos de los nuestros extrapolaban arbitrariamente el origen del oprobio a todos los ciudadanos de Castilla: "Amb la sang dels castellans en farem tinta vermella...".
Con el paso del tiempo, las sardanas dieron paso a la Nova Cançó, llegó la Flama del Canigó, se iniciaron las clases de catalán de Òmnium Cultural, el circuito catalán de TVE empezó a emitir teatro en la lengua vernácula y tomaron cuerpo las primeras organizaciones democráticas de obediencia catalana. Todo ello aliñado con El Cant de la Senyera interpretado por el Orfeó Català. Luego vino La Crida, La Marxa de la Llibertat, la campanya Volem bisbes catalans!,la Assemblea de Catalunya, la muerte de Franco y las primeras elecciones democráticas. Pero durante décadas, toda la culpa de los desaguisados del oasis catalán seguíasiendo de ellos (Madrid). Nosotros éramos los buenos. Parecía que debajo del paraguas de la catalanitat todo estaba permitido. Por esto, sorprendió el reciente estallido del caso Millet, gran mecenas de la cultura catalana.
Los primeros días del embrollo, en un bar de Vic escuché palabras incrédulas: "No puede ser, Millet es un catalanista intachable. Esto es una campaña de los enemigos de Catalunya". La teoría franquista del contubernio en versión nostrada.Lo cierto es que el prestidigitador Millet había alterado los versos del Cant de la Senyera y se había burlado de la dignidad de las entrañables voces del Orfeó: "Al damunt dels vostres cants aixequem una cartera, que ens farà més negociants..."
Implicado en el millonario desvío de fondos de la fundación Orfeó Català-Palau de la Música, Millet también había concedido jugosas subvenciones (con dinero sucio) a Àngel Colom, a la fundación Trias Fargas y a todo quisqui. Y si Àngel Colom asegura que hace diez años Millet era una persona "sagrada", hoy descubrimos que, además de estafador, el gran catalanista es miembro de la FAES (aunque ello no constituye ningún delito).
Sería muy injusto criminalizar al Orfeó, a la cultura catalana y a todo aquello que huela a soberanismo. Pero Millet ha hecho un gran favor a Catalunya: ha roto el axioma de que todo vale en nombre de la Pàtria.Las malas hierbas se expanden por doquier y en todas partes cuecen habas.
6-X-09, Toni Coromina, lavanguardia