¿Reforma laboral? Sí, pero por partes. Esto no es América. Mi buena amiga Anna Birulés me explicó que, cenando con su esposo en Boston, les pareció que los camareros que les atendían eran atípicos, aunque eficaces y correctos. Anna se doctoró en Berkeley y sabe ir por América. Al rato el jefe de los camareros les confesó que era banquero. Su banco, Fidelity, redujo drásticamente la plantilla y él se quedó en la calle de hoy para mañana, con su equipo. Con bancos quebrando alrededor pensó que aquello iba para largo. Pero vio que pedían un camarero en un restaurante cerca del banco y se ofreció. Al poco tiempo había conseguido colocar a parte de su equipo bancario como camareros en aquel concurrido restaurante. De banquero a camarero en pocas horas. ¿Haría esto aquí alguien que saliera de uno de nuestros grandes bancos? Lidan y Lilin Qi, destacadas líderes de la comunidad china en Barcelona, me dicen que si un chino que trabaja, por ejemplo, como técnico de instalaciones, pierde su trabajo, su preocupación inmediata es trabajar. De lo que sea. Descargando contenedores o limpiando un restaurante chino por la noche. Aquí no somos americanos ni chinos. Si nos quedamos sin trabajo, nos apuntamos al paro y tiramos de eso tanto como el presidente Zapatero nos deje. Como él sabe el material que vota, alargará y alargará el apoyo a los desempleados. Pero en América o en China, además, la gente ve una oportunidad y se lanza. Son emprendedores. No les cuesta hacerse empresarios. Y construyen las empresas más grandes del mundo. Y si no van bien, les dan la vuelta con rapidez como hizo Mulally con Ford. En esto, aquí tampoco somos América ni China. Ni trabajadores ni emprendedores. Somos europeos del sur y en declive.
Si facilitamos el despido tendremos muchos despidos. Pero ¿tendremos muchas nuevas empresas? Poco probable. Y ¿qué pasará si dejamos unos cuantos millones de personas sin trabajo y sin ingresos? No es que no voten al gobierno, es que lo quemarán vivo y a la oposición también si se acerca. Hemos de ir paso a paso. Empecemos por el absentismo (12.000 millones de euros de coste). El enorme absentismo español se debe a la cara dura de trabajadores y a la falta de profesionalidad de médicos. Ambos mienten y estafan. Si un empresario que defrauda es inspeccionado a fondo y paga una multa o va a la cárcel (y está bien que sea así), un trabajador que defrauda debería pagar una multa o ir a la cárcel. Y un médico que colabora, perder además su título de medicina. Si disminuye el absentismo, se reduce el coste laboral. En cuanto la economía empiece a recuperarse en serio, recortemos poco a poco la duración del desempleo. Por cada 0,3% de más crecimiento del PIB, dos meses menos de paro, hasta dejarlo en tres meses para que se vea que somos europeos. Por cada 1% de incremento del PIB se bajan 10 días de los 45 hasta dejarlo en 15 días. En el 2015, con una economía yendo a tope, tendríamos un absentismo del 1%, si despidiésemos a alguien le pagaríamos 15 días por año trabajado y si se apuntase al desempleo tendría derecho a tres meses. Asequible, justo para la sociedad y atractivo para crear empresas. Razonablemente humanista. Europeo. Y con unos cuantos estafadores en la cárcel.
13-IX-09, Pedro Nueno, lavanguardia