Desaparecidos ya Aranguren, Marías o Laín, con Ruiz Giménez se ha ido el último de quienes entre los sesenta y los setenta hicieron que se creyese posible el diálogo entre una España sorda a las diferencias y una Catalunya que quería creer que llegada la democracia sería reconocida y respetada en su singularidad.
¡Cuánto silencio en estos años! Y ¡qué actual el testimonio de Gaziel!: "A finales de 1936 y principios de 1937, nos encontramos en París, exiliados por la guerra civil, un grupo de intelectuales españoles. La gran mayoría eran de tierras castellanas o castellanizadas. Los catalanes éramos pocos, sólo dos o tres. Todos juntos nos reuníamos diversas veces para procurar tomar conjuntamente una actitud clara y digna, ante la horrible miseria española. Y no hubo forma de entendernos" . (...)
"Pero así que yo me quedaba solo con algún otro catalán, no podía evitar hacerle esta reflexión extraña: ´¿Os habéis fijado - le decía-en la diferencia radical que hay entre estos amigos castellanos y nosotros? Personalmente, todos ellos se encuentran, más o menos, como vos y como yo. Han hecho lo que han podido para evitar la guerra civil española y han fracasado completamente. Han tenido que huir de España, y ahora se encuentran exiliados, arruinados, difamados, perseguidos por unos y otros, sin saber qué será de ellos y de los suyos. Parece, pues, que todos estemos tantos a tantos. Pero, si miráis el fondo de las cosas, veréis que estos amigos nuestros, aunque, personalmente, estén vencidos, colectivamente no pueden perder. Ganará la España ´blanca´ o la España ´roja´; pero a una y otra, por irreductibles que sean, las une, ya desde ahora, un sentimiento común: la aversión que ambas tienen al ´hecho diferencial´ de Cataluña, y la voluntad fanática de aniquilarlo´".
Hasta Cambó lo presentía: "Amigo Gaziel, esto será mucho peor que en 1714...". La cuestión hoy es saber si, de la misma manera que perdió colectivamente la guerra hace setenta años, Catalunya como sujeto político ganó o perdió, hace treinta, la transición. La cuestión, hoy, es saber si el pacto por el que se condujo la transformación formal de la dictadura en democracia ofrecía suficientes garantías jurídicas para la continuidad de una Catalunya considerada nacionalidad. Cada vez somos más los que creemos que se ha demostrado que no.
9-IX-09, Oriol Pi de Cabanyes, lavanguardia