´La escuela moderna´, Eulàlia Solé

Cuando se cumplen cien años de la revuelta barcelonesa conocida como Setmana Tràgica, la figura de Francesc Ferrer i Guàrdia recupera actualidad desde dos vertientes. Su injusta condena como inductor de los hechos, sin que existieran pruebas, y su condición de fundador de la Escuela Moderna. Transcurrido un siglo, hallándonos inmersos en un debate educativo sin resolver, asombran tanto el ideario como los logros de entonces, los de una escuela que instruía a niños y niñas durante el día y a adultos en horario nocturno.

Fue en 1901 cuando el centro escolar abrió sus puertas, con innovaciones como la enseñanza mixta, la apertura a las capas bajas y unos principios educativos basados en la laicidad y la racionalidad. Uno de los objetivos era situar ambos sexos al mismo nivel, estimulando a los chicos hacia “la jardinería, la limpieza, los trabajos domésticos, las labores”. Seis años después de la inauguración, Ferrer constataba que “el niño que asistía a la escuela comenzaba a ser limpio, dejaba de ser pendenciero, no perseguía animales por la calle, se dolía de las injusticias sociales, detestaba la guerra”.

Por lo demás, en tan lejana fecha ya se introdujo para todo el alumnado la gimnasia y la natación, eso sí, rechazando “las pruebas de competición y de vanagloria”.
En una época como la nuestra, en la cual imperan la rivalidad y la idolatría hacia el campeón, comprobamos que aquella realización de ejercicio físico sin desafíos forma parte del más olvidado ideario.

Sofocados los tumultos de la Setmana Tràgica, Ferrer i Guàrdia fue detenido pese a que ni siquiera se encontraba en Barcelona durante aquella semana. Al ser fusilado en Montjuïc el 13 de octubre de 1909, su postrer pensamiento fue para su más preciada obra, de manera que exclamó, “¡Viva la Escuela Moderna!”. Vilipendiado en su tierra a lo largo de los años, en especial durante el franquismo, en Bruselas se erige un monumento a su memoria edificado en 1911. Recordar la Escuela Moderna también significa reconocer la influencia que tuvo en la creación de centros como l´Escola del Mar, en 1922, la cual instauró el primer campamento de colonias de verano para niños pobres. A fin de cuentas, una etapa pionera, creadora de unos valores que sólo han sido rescatados a medias.

31-VII-09, Eulàlia Solé, lavanguardia