En una democracia no se debería hacer callar a nadie. Ningún punto de vista debería ser impuesto, sino que tendría que ser escogido por la fuerza de los mejores argumentos.
Lo contrario de lo que dice el filósofo alemán Jürgen Habermas es lo que está pasando con la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por una Catalunya Libre de Transgénicos. Las cúpulas de los partidos PSC, PP y CiU bloquean la posibilidad de debate presentando mociones a la totalidad de la ley.
Puedo entender que no estén de acuerdo con la propuesta, aunque la mayoría de los países y las regiones de Europa han prohibido o se han declarado libres de transgénicos, pero no es aceptable que no quieran escuchar y debatir, ni hacer transparente el juego de intereses.
La presentación de mociones para tumbar la propuesta de ley la entendemos pues como un acto de violencia hacia las ideas y las actitudes públicas del más de un centenar de miles de ciudadanos que de manera explícita con sus firmas, o saliendo a la calle en manifestación, como la del pasado domingo, apoyan los presupuestos de la ILP.
Es contrario al sentido de la ley catalana de iniciativas populares, que quiere que los intereses y propuestas de sectores varios de la población puedan ser tenidos en cuenta en el Parlamento, y contraponerse a la densa red de intereses de un poder cada vez más impenetrable que reside en las grandes corporaciones, los bancos y las cúpulas de los partidos políticos
VERÒNICA MIRÓ MIQUEL - Castellar del Vallès
2-VII-09, cartasdeloslectores/lavanguardia