´Coche rico, coche pobre´, Montserrat Domínguez

Rodeada de unos cuantos folletos de coches nuevecitos, me siento como Barbie Superstar a punto de comprar su descapotable. Los gobiernos me susurran al oído: "¡compra!, ¡compra!", mientras que fabricantes y concesionarios me seducen con sus cantos de sirena. El uno me ofrece un Mercedes por el precio de un Ford, pero es que el último Renault tiene prestaciones que igualan al BMW. Claro que si me decido por un Toyota de lujo en stock, el descuento sube, y si me pongo farruca en Opel, acabarán por darme mantenimiento ilimitado.

Pero, ay, el precio no lo es todo. Soy una compradora concienciada y cabal. Pienso a quién beneficia mi compra. En el mapa están claros los escasos puntos donde se ubican las fábricas de coches, mientras que la industria auxiliar se extiende por todas partes. Si me decido por un coche de importación, flaco favor le haré a los trabajadores al borde del ERE. Pero, ¿y si se trata de importación europea? La pasada medianoche comenzó la campaña electoral, y el mensaje vuelve a repetirse, machacón: somos europeos. Si compro un coche fabricado en Europa, ¿es como comprar un coche fabricado en España? ¿Da igual que la matriz sea, digamos, japonesa?

Leo que el Consejo de Ministros aprueba hoy las ayudas directas a la compra de automóviles. Dicen que 500 euros los aporta el gobierno y mil los fabricantes de coches. Llamo al concesionario loca de contenta. Los muy cucos vanyme dicen: "¡Ni lo sueñes! Ya te hicimos la rebaja en la oferta. El gobierno te está vendiendo nuestras campañas comerciales para sortear el desplome". Glups.

Compruebo que en Madrid, mi comunidad, tengo que hacer otras cuentas. Mi presidenta ha guardado las zalamerías que le dedicó al ministro de Fomento y, tras sacarle 5.000 millones para cercanías, ha desenterrado el hacha de guerra. "Qué desfachatez la de Zapatero", dijo Aguirre, "¡comprometer un dinero que no es suyo!". Y acto seguido presentó su propio plan anticrisis, que rebaja un 20% el tramo autonómico del impuesto de matriculación. No está mal, pienso. Grave error: el portavoz económico de los socialistas madrileños señala que, de esa forma, se ahorran más los que compran coches más grandes, más caros y más contaminantes, y muy poco los que acuden a sencillos utilitarios. Aguirre no se comporta ecológicamente, zanja Adolfo Piñedo.

Vuelo a casa en mi viejo buga, un tanto desconcertada. Escucho una cuña radiofónica reveladora: un andaluz, un catalán, un vasco y un gallego se preguntan cuánto se ahorran si compran un coche. Una marca de automóviles les responde en cañí que, vengan de donde vengan, les harán un buen descuento: ¡viva la unidad del mercado! Me pregunto qué seré yo, si espero al Audi Q3 todoterreno que se fabricará en Martorell: ¿una buena patriota o una bestia contaminadora?

Te pongas como te pongas, valiente compradora de automóviles, guárdete Dios, que una de las muchas Españas ha de helarte el corazón.

22-V-09, MOntserrat Domínguez, lavanguardia