´Quemados, dudosos y otras incógnitas´, Fernando Ónega

Debe de ser que llevo acumulados muchos desengaños, pero este nuevo gobierno no me acaba de entusiasmar. Tampoco es para condenarlo a la hoguera antes de que tome posesión, pero inspira muchas objeciones: siguen demasiados ministros quemados o inéditos; entra demasiada cúpula del PSOE; hay una entrega al zapaterismo, como si el presidente estuviera necesitado de afectos; no hay una exhibición de cantera y, por lo mismo y con honrosas excepciones, no se vislumbra un equipo que sorprenda por su prestigio y autoridad.

Dado ese brochazo gordo, se supone que Zapatero hizo, por una parte, lo que no tenía más remedio que hacer y, por otra, lo que honradamente podía. ¿Qué es lo que no tenía más remedio que hacer?

En lo personal, sustituir a un Solbes que se le estaba marchando desde hacía meses. La solución encontrada es una fantástica incógnita: Elena Salgado goza de la confianza de un presidente que la trató durante cinco años, pero el gran público no conoce ni sus ideas sobre economía ni su capacidad para crear ilusión. O Zapatero idolatra sus virtudes o está dispuesto a estrellarse con ella.

En lo político, nos enfrentamos a un momento duro en las relaciones con las autonomías: vascos que anuncian rebeldía; catalanes de financiación y con uñas afiladas ante la sentencia del Estatut; voces que demandan más "unidad de mercado"... Yahí aparece el hada madrina Chaves, y la misma historia: goza de la confianza de Zapatero, pero encierra una incógnita aún mayor. No sabemos si es el hombre adecuado o la forma de resolver la sucesión del PSOE andaluz con el acierto con que se resolvió la de Extremadura.

Otra urgencia de Zapatero era corregir errores de hace un año. ¿A quién se le ocurre meter las Políticas Sociales en Educación? ¿A quién se le ocurre desgajar Universidades de la misma Educación? Al volver las cosas a su sitio, Gabilondo, por lo menos, sabrá a qué se dedica, que ya es algo. Y Trinidad Jiménez, puesta a coordinar competencias autonómicas, podrá negociar virus y pagos de la Dependencia en el mismo viaje. Por ese lado se ahorra.

Y en lo partidista, Zapatero vuelve a los suyos. Se rodea de leales. Lo que me intriga de José Blanco es que es ministro de Fomento in péctore desde hace años. Sólo ayer lo consiguió. ¿Se trata de una vieja promesa que alguien desveló? ¿El presidente no se atrevía a cesar a Magdalena? ¿También Chaves impuso su cese? Discúlpenme: son dudas intrascendentes. Me quedo con dos conceptos del presidente: capacidad y sensibilidad social. Como meta, son admirables. Como posibilidad, tiene razón Rajoy: dependerá del empuje del motor.

8-IV-09, Fernando Ónega, lavanguardia