´¿España siempre se va?´, lavanguardia

"España siempre se va", ha declarado este fin de semana un alto oficial del Gobierno polaco a propósito de la inminente retirada de las tropas españolas de Kosovo. España siempre se va. Esa frase circula estos días por todas las cancillería europeas y por los circuitos de la alta política norteamericana. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pegó un portazo en Iraq en la primavera del 2004, en un momento de grave escisión entre la vieja Europa y Estados Unidos. Cinco años después, también en primavera, acaba de anunciar su retirada de la misión de la OTAN en Kosovo, en un momento de esperanzado reajuste de las dos esferas que conforman Occidente.

La analogía es válida, pero debe ser matizada. Kosovo no tiene hoy la trascendencia de Iraq, pese a la importancia de ese pequeño enclave balcánico en el complejo balanceo entre la Alianza Atlántica y Rusia. Esta vez no ha habido aplausos. Al contrario. El enfado norteamericano tiene otra vibración. Y es escuchado con otros oídos por la opinión pública. Tiene mucha lógica que el Pentágono y el cuartel general de la OTAN manifiesten su irritación por un movimiento que altera, ni que sea mínimamente, el despliegue de la fuerza militar occidental cuando apenas faltan dos semanas para el primer viaje del presidente Barack Obama a Europa, viaje en el que comenzarán a redefinirse los parámetros, los objetivos y los costes de la alianza estratégica entre las dos orillas del Atlántico. Viaje en el que se pondrán en evidencia las coincidencias, pero también las discrepancias, las contradicciones y la diversidad de intereses entre europeos y estadounidenses. El señor Obama es un hombre de carne y hueso y el piloto de los intereses de la nación más poderosa de la Tierra en tiempos de grave turbación económica, no el Arcángel Redentor de la Humanidad. Conviene repetirlo de vez en cuando, para prevenir futuras decepciones.

Y la política exterior de un país, tanto en el plano civil, como en el militar, es un asunto que exige la máxima seriedad. Vayamos al núcleo de la cuestión. ¿Era del todo necesario anunciar la retirada de Kosovo dos semanas antes de la importante visita de Obama a Europa? ¿Debe mover ficha España mientras los demás aliados se hallan a la expectativa del programa que el nuevo presidente norteamericano ofrecerá a los europeos? ¿Es razonable que, con su gesto, España excite a otros países (Italia y Grecia) que arden en deseos de salir de Kosovo? ¿Es lógico que un Gobierno que aspira a ser uno de los puntos de referencia de la Administración Obama manosee el tablero antes de comenzar la partida? ¿Es imaginable que un Gobierno cuya principal apuesta es la sintonía ideológica con el nuevo presidente norteamericano ignore los resortes reales de la Alianza Atlántica? ¿Es aceptable la imagen de desbarajuste que ha transmitido el Ejecutivo estos últimos días, con la ministra de Defensa primero severamente corregida por el secretario general de la Presidencia del Gobierno, y después calurosamente arropada? ¿Es signo de valentía que el presidente del Gobierno, lógico inspirador de la retirada, haya dejado en la estacada, por unas horas, a la ministra de Defensa?

¿España siempre se va? Esa es la pregunta a la que deberá responder el presidente Rodríguez Zapatero en los grandes foros internacionales que le aguardan en las próximas semanas en Londres, Praga y Estambul. ¿España siempre se va? Esa es la cuestión.

24-III-09, lavanguardia