François Arcand es un quebequés con nombre de cineasta, aunque en realidad es un business consultant formado en gestión cultural que acabó en la biotecnología. El porqué de su entrada en ese negocio - que consiste en crear productos para la farmacia o la alimentación a partir de técnicas de ingeniería genética-es un misterio. Y todavía lo es más que acabara en Barcelona. "Yo de España sólo había oído hablar de Galicia, ya sabe, por los bacaladeros...". Sin embargo, Arcand acabó en un cubículo del Parc Científic, en la parte alta de la Diagonal, donde junto a Dolors Ludevid creó Era Biotech en el 2002. Por entonces Carlos Buesa había regresado de Bélgica para constituir Oryzon y Luis Ruiz-Ávilahabía dejado Almirall para fundar Advancell. La biotecnología era la apuesta empresarial de moda y visto en perspectiva, alguien puede pensar ahora que aquello era un Eldorado para el sector. No exactamente.
Siete años después, las cosas han cambiado. Se han producido las primeras fusiones (Oryzon con Crystax); ha aparecido el capital riesgo especializado (Ysios, Inveready); las farmacéuticas han empezado a colaborar en proyectos; los parques científicos han reforzado su infraestructura, y los hospitales han aceptado que también tienen un papel a la hora de intercambiar información crítica. Todo eso ocurre cuando arrecia la crisis financiera, que va a actuar como un cedazo para las empresas menos fortalecidas, pero así son las cosas.
El próximo 16 de mayo comienza en Atlanta el mayor encuentro anual del sector, la Biotechnology International Organization (BIO). Prácticamente la mitad de la expedición española procede de Barcelona, que aporta 26 empresas catalanas con stand propio.
La logística del encuentro la pone Biocat, una fundación que fue constituida con la ingenuidad de los pioneros y en la que confluían todas las administraciones implicadas y el incipiente sector empresarial. Imagínense: un organismo que se quiere transversal intentando aunar políticas ¡de hasta cinco conselleries! Podían haber naufragado. Pero el organismo que dirige Montserrat Vendrell - que llegó a Biocat procedente del Parc Científic-y que tiene a Manel Balcells como paraguas político ha demostrado que el futuro también está en estas iniciativas en las que el sector privado y las administraciones públicas acaban por sentirse cómplices. Biocat no vende ningún producto. Vende un discurso que le ha convertido en referencia para el sector y ha reforzado el papel de Barcelona en el mapa global. Biocat trabaja ahora en la difusión de Barcelona Biotech, marca con la que quiere atraer encuentros a la ciudad, a imagen de lo que el Congreso Mundial de Móviles ha comportado para la telefonía.
Siete años después, una cosa es segura. Si Arcand tuviera que empezar de nuevo, no lo dudaría. Vendría directamente a Barcelona.
7-III-09, Ramon Aymerich, lavanguardia