´Hígado y donantes vivos´, Eulŕlia Solé

La Organización Nacional de Trasplantes se propone fomentar los trasplantes de hígado procedentes de donantes vivos. La fuente principal de órganos para ser donados se ha reducido ante el descenso de los accidentes de tráfico, por lo cual la cirugía debe mirar hacia otros posibles donantes. Sin embargo, no es sólo la favorable disminución de los muertos en carretera lo que hace que la espera para un trasplante resulte prolongada, sino la negativa de algunas familias en el momento en que la donación de un fallecido sería posible.

Los primeros trasplantes de hígado en humanos se llevaron a cabo en la década de los 60 en EE. UU., y la supervivencia fue baja debido a la ausencia de inmunosupresores adecuados. Aquí fue en el hospital universitario de Bellvitge donde se hizo el primer trasplante hepático, en 1984, y actualmente constituye un tratamiento rutinario, siempre y cuando se disponga del órgano necesario. Cada día mueren personas, y pese a que España tiene la tasa de donaciones más elevada de la UE, a mucha gente aún le cuesta entender que ser donante es un bien común, pues todos somos receptores y donantes en potencia.

Hay que tener claro que las implicaciones no son las mismas en la donación a partir de un cadáver o desde un ser vivo. En ese caso se mezclan los riesgos para la salud con los dilemas éticos. Cuando la donación es para un niño sólo se requiere una pequeña parte del hígado del adulto, pero entre adultos, al donante se le ha de cortar medio hígado o más. Se plantean entonces graves disyuntivas entre receptores y donantes, entre miedos, egoísmos, abnegaciones. Los padres suelen negarse a aceptar el hígado de sus hijos, los niños acostumbran a tener a sus padres como donantes, y entre las parejas, cuando los hígados son compatibles, ¿qué ocurre?

Los seres humanos estamos expuestos a dificultades insoslayables, pero también tenemos capacidad para superar las que no lo son. El inútil apego a los órganos de un pariente fallecido no sólo es una actitud absurda, sino que alimenta las listas de espera y aboca a unas donaciones entre vivos que comportan riesgos físicos y conflictos morales. Esas personas deberían desconfiar de las malas jugadas que les puede gastar el destino. Quizás así, pensando primero en sí mismas, tendrían en cuenta a los demás.

27-II-09, Eulàlia Solé, socióloga y escritora, lavanguardia