El ejército del Santo Espíritu, o del Señor, conocido por sus siglas inglesas como LRA, vuelve a sembrar el terror, después de que sus ataques contra la población civil se hayan incrementado en la región del nordeste del Congo y en las zonas fronterizas de Sudán y Uganda.
Más de 900 civiles han sido asesinados desde la Navidad y al menos 500 niños, niñas y mujeres han sido secuestrados para utilizarlos como soldados o esclavos sexuales y laborales.
El modus operandi sigue siendo el de siempre: los soldados del LRA, niños forzados a luchar, rodean las aldeas que quieren atacar, apresan a los hombres, los atan con cuerdas y cámaras de ruedas de bicicleta rasgadas, los desnudan y los golpean hasta la muerte con palos, hachas o machetes. La misma suerte les es reservada a los niños, ancianos o mujeres que no sirven para ser secuestrados.
A pesar del acuerdo entre Sudán, Uganda y RD Congo para combatir a este sanguinario grupo que combina la magia, la brujería y la religión con el kalashnikov, el LRA ha aumentado sus operaciones y ataca ahora a las poblaciones que rodean el parque nacional Garamba, donde establecieron sus refugios en el 2006. Hasta entonces y durante dos décadas habitaron en el norte de Uganda y el sur de Sudán y fueron patrocinados por el gobierno de Jartum. Si bien el LRA actúa hoy en suelo congoleño, su guerra nada tiene que ver con la RD Congo ni con las otras guerras que existen en este país, relacionadas todas ellas con la lucha por el control de los recursos naturales, y en las que se han implicado Angola, Zimbabue, Ruanda y Uganda.
Lejos, pues, de este nuevo escenario surgido del mundo global posterior a la guerra fría, la guerra de los espíritus tiene sus raíces en el sanguinario gobierno de Idi Amin y el genocidio que perpetró en los años setenta de la comunidad acoholi, en el norte de Uganda.
Así, el LRA nació de Alice Auma, una joven médium, curandera y vendedora de pescado del país acoholi, que, tras los crímenes contra los acoholi y la posterior venganza de esta comunidad, decidió emprender una guerra
"contra el mal", una guerra para "expiar los pecados del hombre", no sólo contra sí mismo, sino también contra "la naturaleza herida". Alice fue poseída por el espíritu Lakwena y construyó un corpus ideológico donde se mezclan las creencias ancestrales y la religión del colonialismo; ritos de iniciación, ocultismo y brujería animan a unos soldados que deben ser purificados para poder luchar en nombre de la Biblia y los Diez Mandamientos.
Joseph Kony, el actual comandante del LRA, dice ser primo de Alice y ha seguido manteniendo este ejército, cuyo fin era derrocar el gobierno de Museveni pero que hoy ya sólo lucha para sobrevivir y evitar que sus comandantes, incluido Kony, se enfrenten a la orden de arresto que sobre ellos ha dictado el Tribunal Penal Internacional. Algunos observadores opinan que ha sido esta amenaza la que ha frustrado los acuerdos de paz que estuvieron a punto de firmarse en el año 2006, cuando parte del LRA ya se había agrupado en campos militares de Uganda para entregar sus armas, pero Kony se echó atrás en el último momento, después de declarar que si se le juzgaba en La Haya la misma suerte debían correr "todos los que han participado en esta guerra". Todos los que han participado en este guerra se pusieron precisamente de acuerdo el pasado mes de diciembre para lanzar una operación militar - operación Lightning Thunder-contra el LRA.
Con cobertura logística de EE. UU., Uganda, RD Congo y Sudán del Sur, atacaron las bases del parque nacional de Garamba, pero fue un fracaso total. Debido al mal tiempo, los aviones Mig que debían bombardear por sorpresa no pudieron volar. Fueron sustituidos por ruidosos helicópteros de combate que anunciaron con antelación su llegada, lo que permitió a Kony y sus comandantes huir, mientras las tropas de tierra llegaban con 72 horas de retraso. Ya no quedaba nadie.
Kony ordenó entonces resucitar la guerra de los espíritus y lanzó una serie de ataques coordinados contra aldeas congoleñas y sudanesas. Aprovechando las fiestas de Navidad, el 24 y 25 de diciembre se hicieron las primeras masacres de esta nueva ola de violencia que todavía no ha cesado y sigue atenazando la región citada, donde a los cientos de civiles asesinados hay que sumar el éxodo de miles de campesinos asustados. Aunque el LRA ya no es aquel ejército que fundó el espíritu de Alice, sus soldados, casi todos niños secuestrados, siguen untando su cuerpo con un aceite que les hace "invulnerables a las balas", a condición de que sean "puros". Si no los son, entonces morirán. Y si tratan de escaparse, el "espíritu" los devolverá al campamento donde serán ajusticiados. Los niños que han podido ser rescatados cuentan como son obligados a trabajar en los huertos y como cada soldado tiene una niña como "esposa", mientras que a los oficiales se les permite tener muchas, cuarenta en el caso del comandante Kony.
Ahora que ya nadie se sirve de esta guerra para otras luchas, como hicieron Sudán o Uganda, al espíritu de Alice ya sólo lo mantiene vivo el miedo de sus comandantes a ir a la La Haya.
22-II-09, Bru Rovira, lavanguardia