Jordy Cox aterrizó en Rutshuru justo cuando el ejército rebelde del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo había intensificado los combates en los alrededores de esta ciudad congoleña de Kivu Norte. Este cirujano de 37 años llegó la tarde de un viernes de finales del pasado octubre con la misión de atender a los enfermos y heridos que llegaban al hospital. Al día siguiente, se sumergió en una guardia de 24 horas y, cuando se disponía a descansar, las tropas rebeldes tomaron Rutshuru y tuvo que regresar al hospital de Médicos sin Fronteras (MSF), del que no saldría durante las tres semanas siguientes. Jordy ejemplifica el papel que desempeñan los médicos cooperantes en países en guerra.
"Las fuerzas de pacificación de la ONU evacuaron al personal de todas las ONG, sólo quedamos dos cirujanos y dos anestesistas congoleños de MSF. Como MSF era la única ONG que seguía en la zona, la única que no abandonó a la población, las tropas rebeldes de Laurent Nkunda y del ejército congoleño nos aseguraron que no nos atacarían", relata Jordy, cirujano especializado en cuidados intensivos del Maricopa County Hospital de Arizona. Cuenta que durante esas tres semanas que estuvo viviendo en el hospital practicó 150 intervenciones quirúrgicas a civiles y soldados y ayudó al otro cirujano en 50 más. "Un día llegó un hombre muy grave, con un tiro en el pecho; era un alto cargo rebelde que se había pasado al otro bando. Mientras yo le operaba a corazón abierto, mi compañero intervenía a una monja española que perdió las dos piernas. No tardó en correr la voz de que el rebelde renegado estaba en el hospital y al cabo de 24 horas vino un grupo de rebeldes a matarlo", explica este médico catalán que cerró el paso a los verdugos. Tras amenazar de muerte a Jordy, MSF alcanzó un pacto con los rebeldes para que no hubiera violencia en el hospital. Este paciente logró recuperarse e incluso un día de colapso echó una mano cuidando de un bebé que había nacido por cesárea. "Cada día había diez partos y yo practicaba una media de tres cesáreas diarias", añade.
La monja herida era una misionera burgalesa de 64 años que fue alcanzada por el fuego de artillería y tuvieron que amputarle las dos piernas.
"Los más duro es la situación de la población, fuera morían miles de personas. El personal del hospital trabajaba sin saber qué pasaba en el exterior, cómo estaban sus familias, y aun así mantenían la sonrisa". En el hospital, se informaban de cómo evolucionaba la situación por el "boca a boca, la radio y, cuando era posible, por internet vía satélite".
MSF cuenta con más de 2.000 personas trabajando en la RD de Congo, entre personal sanitario, administrativo y logistas. Desde el 2005 prestan apoyo al hospital de Rutshuru, que, al estallar el conflicto, se vio desbordado por completo. "El hospital está muy bien equipado, pero recuerdo que tras cuatro días operando sin parar nos quedamos momentáneamente sin instrumentos esterilizados. Estábamos agotados y con la moral muy baja", añade Jordy, muy desilusionado con el papel de la ONU en un zona en la que han muerto entre cuatro y cinco millones de personas.
MSF confirmó ayer que el hospital de Rutshuru trabaja actualmente con normalidad, atendiendo a una media de 150 pacientes a la semana en comparación con los más de 1.000 de octubre.
31-I-09, Rosa M. Bosch, lavanguardia