´¿Café para nadie?´, Toni Soler

ENCUESTAS. Se comenta con cierto asombro el buen resultado que los sondeos pronostican para Unión Progreso y Democracia (UPyD), pero si uno asoma la nariz por cierta prensa madrileña se dará cuenta de que el partido de Rosa Díez cabalga a lomos de una nueva campaña patriótica, que tiene por objeto denunciar el chantaje nacionalista, el entreguismo del PSOE y la apatía de Mariano Rajoy. El objetivo de esta campaña, por supuesto, no es encumbrar a Rosa Díez, sino hundir a Rajoy para que vuelva el aznarismo, encarnado por Esperanza Aguirre. Un aznarismo de verdad, el de la mayoría absoluta, no el aznarismo light acordado con CiU y PNV. Para que eso ocurra, hay que conseguir que los partidos nacionalistas dejen de ser decisivos, cambiando la ley electoral, o colgándolos de algún sitio, como diría Fraga. Una vez conseguido esto, el PP en el gobierno debería liderar la paralización (o el desmantelamiento) del Estado de las autonomías, ese pozo sin fondo que sólo sirve para destruir España, encumbrar a califas y reyezuelos, y malgastar los caudales públicos. Esta es la tesis, la misma que inspiró la Loapa tras el 23-F. De momento, ni ZP ni Rajoy la compran, porque no les gusta, o porque creen que más pronto que tarde necesitarán a CiU para gobernar.

FEDERALISMO. Cuando se habla entre risitas de las embajadas de Carod, los extras del coche de Benach o de las subvenciones para el fomento del catalán en el Rosellón (curiosamente, Esquerra está detrás en los tres casos), se está transmitiendo el mensaje de que las autonomías son una patochada cantonalista. Pero tras esta caricatura subyace una corriente de opinión mucho más elaborada, que considera que la generalización del modelo impuesto por el Estatuto catalán lleva directamente al desastre. Lo cual podría ser cierto, ya se está viendo estos días, con la discusión del modelo financiero, llevado a cabo a través de un bosque de relaciones bilaterales. El único principio inmutable es la igualdad entre autonomías (excepto las forales, claro), lo cual es erróneo, injusto e irreal. ¿De quién es la culpa? Pues en gran parte, de los federalistas catalanes, desde Pi i Margall hasta P. Maragall, que han pretendido superar la dialéctica entre nacionalismos y arreglar España a base de extender y fotocopiar el problema catalán, imponiendo un esquema autonómico que en España nadie pedía, y que Catalunya, por supuesto, pone eternamente en cuestión, para desespero de la gran mayoría de la población española, que estaba la mar de bien con sus diputaciones y sus gobernadores civiles. Todo esto es lo que da aliento al partido de Rosa Díez.

PATOLOGÍA. La España autonómica es un galimatías, tiene una superestructura hinchada, un empacho de altos cargos, símbolos, leyes y singularidades multiplicadas por 17. Catalunya se lleva todos los palos porque exige y exige, pero todo lo que consigue para sí, lo obtienen gratis las demás, que ni siquiera lo pedían. Lo cual acerca España al caos, pero sin contentar a Catalunya, pues Catalunya no quiere sólo recursos y competencias para gobernarse: también quiere ser diferente, quiere ser un sujeto político, como le ocurre a cualquier nación que se precie. He aquí lo que España considera intolerable. O sea, que lo que ocurre es culpa suya: el patriotismo español prefiere poner en jaque la estructura del Estado, antes que aceptar la singularidad catalana, como en su momento aceptó la singularidad vasca. Es un comportamiento absurdo y patológico, que esconde una mezcla de miedo, complejos y autoritarismo. Si yo quisiera arreglar España, creo que empezaría por ahí.

4-I-09, Toni Soler, lavanguardia