ŽEl Pla de la CalmaŽ, Toni Coromina

Días atrás, coincidiendo con las nevadas de principios de enero, se consumó una de las profanaciones más desvergonzadas de El Pla de la Calma, el bendito altiplano situado en la ladera del Montseny. Centenares de coches, motos y quads penetraron en el territorio a través de la pista forestal e invadieron los prados y provocaron importantes estragos y destrozos.

Joana Barber, directora del Parc Natural del Montseny, asegura que el daño producido es espectacular y que deja en pura anécdota el esfuerzo económico para recuperar los antiguos bancales. En previsión de futuras invasiones, la Diputación cerró provisionalmente la pista forestal desde Collformic hasta Tagamanent.

Hasta hace unas décadas, la acción animal y humana sobre la vegetación había modelado y conservado un paisaje idílico. Pero con el abandono progresivo de los campos de cultivo y el retroceso del pastoreo, la superficie herbácea ha sido invadida por especies leñosas que los rebaños no pueden atajar. Ante un panorama complejo y de difícil solución, sólo faltaba la irrupción de los rambos metropolitanos motorizados.

Hace una semana, un vecino de Vilaür (Girona) prestó declaración ante los Mossos d´Esquadra por colocar maderas con clavos y cables metálicos atados entre dos árboles, en algunos caminos rurales del Alt Empordà frecuentados por quads o motocicletas. Este vengador solitario dejó junto a una de las trampas una nota anónima reivindicando la protección de la naturaleza y denunciando el deterioro de los caminos rurales y el ruido de los vehículos.

Por las mismas fechas, Joan Moret, un yegüero de Llanars (El Ripollès) se vio obligado a precintar con cinta aislante los cencerros de su rebaño de yeguas por culpa de las quejas de algunos propietarios de segundas residencias, descontentos por el ruido que les impedía dormir. Una indigna variante del mobbing rural que, de prosperar, también acabará con las vacas porqué sus deyecciones huelen a tufo rústico.

No se trata aquí de defender acciones (hasta cierto punto comprensibles, aunque no defendibles) como las del trampero de Vilaür. Pero ante la avalancha de agresiones al medio natural y el hostigamiento metropolitano en las zonas rurales, urgen medidas para proteger los bosques, los pastos, los pueblos de montaña y los parques naturales. En este sentido, una medida efectiva seria impedir el paso de vehículos en determinadas zonas y permitir, bajo la vigilancia de guardias autorizados, el acceso a pie en lugares tan sagrados como el Pla de la Calma. Conviene recordar que el Montseny fue declarado en su día Patrimonio Universal y Reserva de la Biosfera. Que su recuperación no caiga en saco roto.

28-I-09, Toni Coromina, lavanguardia