No nos engañemos. Catalunya exige cambiar de modelo de financiación autonómica no como una excusa para pedir más dinero sino porque considera que el actual modelo no es razonable en la definición de los criterios de solidaridad y en su plasmación en los fondos de nivelación.
Catalunya - su gobierno, su universidad, su ciudadanía-siempre ha llevado la iniciativa de propuestas de reforma de la financiación autonómica en España. Así fue en 1987 al pasar del modelo transitorio al "modelo definitivo", en 1990 al replantear el papel del Fondo de Compensación Interterritorial, en 1993 al introducir una participación en el IRPF, en 1997 al descentralizar poder tributario en impuestos cedidos, y en el 2006 al proponer una primera definición de criterios de nivelación de capacidades fiscales y de necesidades de las autonomías, homologable con los países federales. Estas mejoras se han conseguido a través de relaciones bilaterales Estado-Generalitat. Se hayan o no reforzado en el Estatuto del 2006, estas relaciones bilaterales seguirán siendo punta de lanza en el futuro de España.
Catalunya no ha deseado nunca un modelo basado en subvenciones dependientes sino en autonomía impositiva y responsabilidad fiscal y ha exigido un modelo transparente en el que se visualice con qué criterios y con qué objetivos se establecen los instrumentos financieros básicos: impuestos propios y cedidos, participaciones impositivas, fondos de nivelación y subvenciones extraordinarias para el desarrollo.
No nos engañemos. En una próxima reforma es imprescindible que las variables de la fórmula de cálculo de las "necesidades de gasto" se actualicen anualmente. Es ridículo que en el 2008 se siga utilizando la población de 1999. Pero esto no debe entenderse como un cambio de modelo sino como una simple "corrección de errores". Para este retoque no hacía falta un nuevo Estatut.
Por otra parte, las participaciones en impuestos pueden pasar del 33% (IRPF), 35% (IVA) y 40% (IESP) al 50%, 50% y 58%, respectivamente. Este aumento mejoraría la transparencia del modelo, pero no es la solución financiera que se exige. El incremento de ingresos que supondría para la Generalitat el aumento de los porcentajes sería compensado con una reducción de los ingresos procedentes del Fondo de Suficiencia.
No nos engañemos. Solo habrá un cambio de modelo, tal como se exige en el Estatut, si hay un gran salto cualitativo en los criterios de nivelación (léase solidaridad) que hay implícitos en el Fondo de Suficiencia del sistema actual. Y este salto cualitativo sólo se va a dar si se cumple el principio de ordinalidad que garantiza el mantenimiento del orden o ranking que tienen las comunidades autónomas en ingresos impositivos por habitante antes y después de recibir los fondos de nivelación. Es decir, dentro del modelo básico ninguna comunidad receptora de esos fondos debe sobrepasar en ingresos disponibles totales a otra que esté por delante en el ranking de ingresos tributarios por habitante. Y, planteado así el modelo que se exige en el Estatut, quedan al margen los ingresos adicionales que reciben las comunidades menos ricas en forma de FCI y fondos estructurales europeos para objetivos de desarrollo. No se olvide, quedan al margen.
Exigir el cumplimiento del principio de ordinalidad no es ningún capricho egoísta ni ninguna extravagancia. Es la garantía de que la solidaridad en el modelo básico de financiación será compatible con la eficiencia, entendida como la existencia de incentivos fiscales a aumentar la capacidad fiscal propia por parte de cada comunidad. Hoy estos incentivos no existen y para las finanzas de un gobierno autonómico es más rentable ser relativamente pobre porque al cabo del año disponen de más recursos totales que las comunidades ricas.
No nos engañemos. Si en el nuevo modelo no se cumple el principio de ordinalidad en el total de ingresos disponibles, es decir, si no se pasa de un modelo de solidaridad desbordante a un modelo de nivelación parcial, la reforma habrá sido un gran fracaso política y financieramente, como mínimo para Catalunya.
25-XII-08, Joaquim Solé Vilanova, lavanguardia