Si la conservación de la biodiversidad ya es de por sí tarea sumamente difícil, en tiempos de guerra es una carrera de obstáculos en forma de bombas y fuegos cruzados. Desde el 25 de noviembre, un grupo de 30 guardabosques rastrean el parque nacional de Virunga, en la inestable República Democrática de Congo (RDC), en busca de gorilas. Las tropas rebeldes del CNDP del general Laurent Nkunda tomaron este espacio natural en septiembre de 2007 y desde entonces poco se sabe de la suerte que han corrido los primates en un entorno quizás tan hostil como el que retrató Conrad en El corazón de las tinieblas.
Un acuerdo entre el Gobierno yel CNDP de Nkunda ha permitido que los guardabosques puedan regresar al parque e iniciar un censo de los gorilas que se prolongará hasta enero. "De momento, no hemos encontrado ejemplares muertos y hemos constatado el nacimiento de un mínimo de cinco crías que están en buen estado de salud", cuenta Samantha Newport, del parque de Virunga (VNP, en sus siglas en inglés). Virunga concentra alrededor de 200 de la población total de 700 gorilas de montaña que se estima quedan en el mundo, todos en la convulsa área comprendida entre la RDC, Uganda y Ruanda.
Newport relata en conversación telefónica, desde la sede del VNP, que de los 200 gorilas de este ámbito congoleño, 72 están habituados a la presencia humana, "de los cuales ya hemos localizado a unos 52 pertenecientes a tres familias, la Kabiziri, la Humba y la Rugendo". "El proceso es complicado porque tenemos que identificar a los gorilas uno por uno y sólo se puede distinguir a uno de otro por las arrugas que tienen en la nariz", añade. Newport precisa que "el 50% del parque, de una extensión de 8.000 kilómetros cuadrados, sigue bajo control de la guerrilla; en realidad, Virunga siempre ha estado lleno de rebeldes ya que aquí es donde se entrenan". Por eso "es el lugar del mundo donde es más complicado el conservacionismo". A la guerra se suma la acción de los furtivos y el tráfico de carbón vegetal, la principal amenaza para los gorilas pues con la deforestación del bosque se destruye su hábitat. Detrás del comercio de carbón vegetal, que genera un negocio de 30 millones de dólares al año, está la muerte de seis gorilas en verano de 2007. La imagen de uno de los cadáveres, el de un espalda plateada, recorrió el año pasado el mundo. En total, durante 2007 murieron diez gorilas, entre ellos una cría ejecutada por traficantes.
Los rangers son las primeras víctimas de este desolador panorama. Ser guardabosques en Virunga tiene un elevadísimo coste: "En diez años han asesinado a 150, ellos quieren permanecer neutrales pero siempre se encuentran en medio del conflicto", relata Newport. Virunga cuenta con una suerte de "ejército" de 625 rangers,la mayoría de los cuales habían sido expulsados y desplazados a campos a las afueras de Goma y que ahora han podido regresar al parque. Entre sus misiones está rastrear los bosques en busca de las trampas que colocan los furtivos para cazar a los gorilas de montaña, especie en peligro de extinción, según la última Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
"El conservacionismo aquí es un reto constante, no podemos preservar el medio ambiente de manera tradicional, los planes cambian de un día para otro", explica Newport. Mientras, fuera, inmersos en un paisaje sobrecogedor de bosques, montañas y volcanes, los rangers,"armados" con un bloc de notas y una cámara de fotos, localizan a nuevos miembros de la familia Kabirizi, la más numerosa de Virunga.
Las montañas de Virunga conforman una de las reservas naturales más importantes del planeta por su biodiversidad; además de los gorilas de montaña alberga chimpancés, elefantes o rinocerontes. Creado en 1925, el parque nacional de Virunga es el más antiguo de África.Los 700 gorilas que resisten en el mundo - a falta del último recuento-se reparten entre los 320 del Bosque Impenetrable de Bwindi, en Uganda, y los 380 del Áreade Conservación de los Volcanes de Virunga (compartida por Uganda, RDC y Ruanda), entre los que se encuentran los citados 200. Jamie Kemsey, del Programa Internacional de Conservación de los Gorilas, hace notar que el camino para esta especie no es de rosas pero si se tiene en cuenta que en los años 80 la población no superaba los 400 ejemplares, sin bombas ni furtivos el panorama puede ser esperanzador.
21-XII-08, R.M. Bosch, lavanguardia