la ´maldició dels recursos´ a la RDCongo

LA VIOLENCIA, QUE NUNCA se había ido, ha vuelto adoptar una escasa masiva en el este de la República Democrática del Congo (RDC). Hace pocos días  una milicia rebelde avanzó hasta los límites de la ciudad de Goma, haciendo retroceder a las fuerzas gubernamentales y a los soldados de la Misión de Naciones Unidas en el Congo (MONUC). El pasado 31 de octubre decretaron un alto el fuego que, aunque precario, continúa vigente. La población civil es el objetivo de todos los bandos, y miles de personas se han sumado al inmenso número de desplazados generado por este conflicto. La situación humanitaria es dramática, aunque en las últimas horas ha comenzado a llegar ayuda.

La ofensiva que iniciaron las fuerzas rebeldes al mando del general Laurent Nkunda ha vuelto a situar a este conflicto sin fin en el punto de mira de los medios de comunicación. Sin embargo, sería un error pensar que se trata de un brote aislado de violencia porque, en realidad, ésta ha sido la tónica dominante en esta región desde 14 años.

NUEVO MODELO DE CONFLICTO

El conflicto de la RDC es uno de los llamados conflictos olvidados, que rara vez captan la atención de la comunidad internacional ni de los medios. Sin embargo es uno de los más letales del mundo: las organizaciones humanitarias aseguran que más de 5 millones de personas han muerto desde 1998, debido a la violencia, las enfermedades y epidemias, la falta de suministros básicos y las precarias condiciones de vida. A todos ellos hay que sumar 1,4 millones de desplazados internos y 350.000 refugiados en los países vecinos, además del drama de las 40.000 mujeres y niñas que han sido violadas.

A la vez, se trata de un claro ejemplo del nuevo modelo de conflicto que impera en el mundo en el fin del siglo XX y principios del XXI. Hay una media de 30 conflictos armados activos cada año por todo el mundo y, aunque cada uno tiene raíces y factores explicativos locales, es posible identificar una serie de tendencias comunes. Se trata de guerras internas, que se producen en Estados frágiles o fallidos ubicados en la periferia del sistema internacional. Son formas de violencia múltiple, compleja y desestructurada, donde todos los actores armados utilizan la violencia contra los civiles (que son el 90 de las víctimas).

En estos conflictos, y ante la falta de financiación exterior, los numerosos bandos armados se financian mediante la explotación y el saqueo de recursos locales, que pueden ser ilegales (cocaína y heroína), legales, o bien legales pero explotados y vendidos de forma ilegal (por ejemplo diamantes o maderas nobles, entre otros). En muchos casos se trata de minerales (oro, cobalto, piedras preciosas…). Estos recursos son muy valiosos y alcanzan elevadas cotizaciones en los mercados internacionales. Los altos beneficios derivados de su venta permiten financiar las compras de armas, pagar a las tropas y financiar la continuación de la guerra. En ocasiones, los objetivos políticos que pudo haber en un principio se pierden en el camino, y la guerra se convierte en un fin en sí misma, ya que permite lucrativos negocios que no serían posibles en tiempo de paz.

UNA GUERRA TOTAL

En la RDC, la guerra estalló en los años noventa como resultado de una combinación de factores. Al deterioro imparable del régimen de Mobutu Sese Seko y la quiebra del Estado se sumaron los efectos indirectos del genocidio de Ruanda. Cuando éste terminó y las tropas tutsis comandadas por Paul Kagame entraron en Ruanda y tomaron el poder, cientos de miles de personas cruzaron la frontera desde este país hasta la RDC (entonces Zaire).

Entre ellos estaban los miembros de las milicias que habían organizado y ejecutado el genocidio, y que desde allí se reorganizaron para hostigar al nuevo Gobierno. Esto provocó la intervención de Ruanda y más tarde otros países. Además esa llegada masiva de personas desestabilizó los precarios equilibrios étnicos y de poder en la RDC. La guerra fue total y en ella participaron siete países africanos.

Ahora la mayor parte del país vive un difícil proceso de paz que sin embargo nunca ha llegado a afectar a las provincias del este. Allí, actualmente, las tropas rebeldes de Nkunda dicen luchar para defender a los tutsis y reciben apoyo del Gobierno tutsi de Ruanda. Afirman que el Gobierno de Joseph Kabila, por su parte, presta apoyo a los rebeldes hutus que participaron en el genocidio y operan en el este del país. En esta zona, además de estos dos actores, proliferan otras milicias que también tienen reivindicaciones étnicas, y que a su vez cuentan con apoyos internos y externos. Los efectos del genocidio de Ruanda se siguen viviendo, por tanto, hasta hoy.

EL PAPEL DE LOS RECURSOS

Sin embargo no sólo las cuestiones étnicas son importantes (incluso podría cuestionarse que sean las más importantes). Más allá de la retórica de los contendientes, este conflicto no podría entenderse sin tener en cuenta la inmensa riqueza de la región en recursos naturales. En ella se explota oro, cobalto, casiterita, diamantes y coltán, entre otros minerales. El control y la explotación de estos recursos permiten a diversos actores internos y externos financiar la guerra, a la vez que obtener inmensos beneficios. En este negocio participan milicias internas y tropas externas, además de los Gobiernos de Ruanda y Uganda y miembros de sus familias y círculos de confianza. En el caso de Uganda, exporta unas cantidades de oro desproporcionadas en relación a sus reservas.

Para Ruanda, según todos los informes de organismos de derechos humanos, la clave es el coltán. Este mineral es un poderoso superconductor, imprescindible para los microprocesadores de los teléfonos móviles y los ordenadores portátiles, o para industrias como la aeroespacial y la nuclear.

Se trata de un mineral estratégico de alto precio que se está agotando en sus tradicionales países productores (Australia, Tailandia y Brasil). Se calcula que el 80 por ciento de las reservas mundiales están en África y, de éstas, el 80 por ciento está en el este de la RDC. No puede explicarse la guerra sin tener esto en cuenta.

Pero para que el coltán y los demás recursos puedan acceder a los mercados mundiales también hay que contar con una red de complicidades, que incluye a empresas de estos países y extranjeras, Gobiernos de países de paso que permiten el contrabando y el comercio sin control, y multinacionales compradoras que prefieren no saber de dónde vienen los productos que adquieren.

POCOS MEDIOS Y DEMASIADOS INTERESES

Actualmente hay 17.000 tropas de la ONU desplegadas en la RDC, la mayor misión de este organismo en la actualidad. La misión se desplegó en 1999, después del primer acuerdo de paz, y tiene un presupuesto elevado, pero los medios siguen siendo limitados para un país del tamaño de Europa Occidental y con 60 millones de habitantes. Ahora varios países europeos debaten la posibilidad de enviar más efectivos y dotarlos de un mandato más claro. Todo ello es importante, como lo es que la ayuda humanitaria llegue de forma adecuada y rápida a las victimas de este conflicto.

Sin embargo, será muy difícil que se pueda detener la violencia mientras no se ponga fin a los múltiples intereses que hay en torno a este conflicto. Algunos organismos han propuesto incluso enjuiciar a los responsables de las multinacionales implicadas. De momento, parece que poco de ello tiene expectativas reales: Ruanda (gran aliado de Estados Unidos en la zona) y, sobre todo, Uganda, suelen ser presentados como modelos de éxito económico en África por parte de las instituciones financieras internacionales. En el análisis no se tiene en cuenta el importante papel que desempeña, en sus saneadas cuentas públicas, la exportación de recursos externos. Si estos elementos no se abordan, poner fin a la violencia en la RDC será tarea difícil o imposible.

6-XI-08, Mabel Conzález Bustelo, safe-democracy