Crimea: el mar y la pólvora

La flota rusa forma parte de nuestra historia, y toda la vida en esta ciudad ha girado siempre en torno a ella. Podemos decir que esta es su casa", asegura Evgueni Dubovik, un antiguo oficial ahora diputado en la Asamblea Local de Sebastopol. Esta ciudad ucraniana de la península de Crimea rebosa tranquilidad pese a los augurios más alarmistas que sitúan aquí una próxima guerra fría.

El lugar elegido para hablar de esta ciudad es paradigmático: en el centro histórico de Sebastopol, a cien metros del monumento al almirante Pavel Najimov, la cafetería Pobieda. Un canto a la nostalgia, decorada con recuerdos soviéticos y fotos del primer coche que se construyó en la URSS tras la Segunda Guerra Mundial: el Pobieda (Victoria, en ruso).

La corta guerra de este verano entre Rusia y Georgia a causa de Osetia del Sur ha atraído la atención sobre Sebastopol y el futuro de la flota rusa. Los políticos prooccidentales ucranianos han lanzado la idea de que podría ser el próximo objetivo de Rusia en sus ansias expansionistas. El ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Vladimir Ogrizko, ha denunciado que Rusia está repartiendo pasaportes entre la población de Crimea y eso significa la preparación de una "intervención militar". Y el presidente de Ucrania, Viktor Yuschenko, ordenó cerrar el paso a aguas ucranianas de los buques rusos que saliesen en misión de guerra. "¿Pero qué clase de presidente tenemos, que quiere impedir volver a su casa a la flota?", se pregunta Dubovik, el diputado prorruso.

El Kremlin ha negado cualquier reivindicación sobre la península. Y la calma que ha hallado La Vanguardia en Sebastopol parece confirmar que estas advertencias son cantos al sol en una política ucraniana en crisis, con elecciones legislativas y presidenciales a la vista y con deseos frustrados en Kiev de entrar en la OTAN y acercarse a la UE. "Pero es cierto que estamos en una zona de conflicto", apunta Andrei Sobolyov, editor del diario Gazeta de Sebastopol.

Sebastopol es una ciudad histórica, fundada hace 225 años por la emperatriz rusa Catalina II la Grande, y desempeñó un papel relevante durante la guerra de Crimea (1854-1856). En cada malecón se levanta un monolito o placa recordando alguna batalla. Y en sus calles se respira el pasado soviético, en las cafeterías y las tiendas de souvenirs. En muchos edificios ondea la bandera rusa (blanco, azul y rojo) o la de la flota (blanca, cruzada con un aspa azul). La hoz y el martillo incluso se mantienen en edificios oficiales, y sobre una de las colinas se levanta la estatua de Lenin más grande de toda Ucrania.

Más que una nueva guerra fría, en Crimea puede tener lugar un conflicto interno por la doble personalidad de su población. Todos tienen pasaporte ucraniano, pero la inmensa mayoría son rusos de corazón. "Eso no significa que todo el mundo quiera la independencia, pero en estos 17 años hemos perdido muchas cosas", dice Sobolyov. "No hay grandes fábricas - se desmantelaron-, tampoco somos una gran potencia. Si, además, la economía va mal, es normal que nos preguntemos de qué sirve la democracia".

En Crimea, una de las regiones rusohablantes de Ucrania, tampoco se ve con buenos ojos la política lingüística de Kiev en las escuelas o la intención de cambiar nombre calles y monumentos porque recuerdan el pasado comunista. "No entienden que esto es historia. Pero la política de Yuschenko se dirige contra todo lo ruso. Un ejemplo muy claro: al cambiar el nombre de las calles, se les daba el que tuvieron antes del comunismo. Pero la calle de Lenin no la rebautizaron porque el nombre anterior era calle de Catalina II y eso para ellos era peor", acusa Dubovik.

Desde los años noventa han nacido en Sebastopol sociedades prorrusas que, aunque testimoniales, han mantenido el espíritu separatista de la península de Crimea. El enfrentamiento de la población mayoritariamente rusa y el gobierno de Kiev alcanzó sus mayores cotas después de la desintegración de la URSS. En 1994 el gobierno regional prorruso convocó un referéndum para la independencia que al final se frenó. Terminó celebrándose una encuesta según la cual el 70% de la población estaba a favor de una Crimea independiente. "Se está efectuando una ucranización de la sociedad a la fuerza. Y eso supone el genocidio de la población rusa. No es justo que Ucrania reconozca el derecho de los 270.000 tártaros que viven en el país y discrimine a los 18 millones de rusos", sostiene Leonid Jodos, del Bloque Ruso, partido que defiende una federación de las dos mitades del país: la ucraniana y la rusa.

Pese a esta situación, parece impensable que la crisis de Georgia se repita con la misma intensidad en Crimea. Al menos, no ahora. "Cada año que pasa el distanciamiento con Kiev se hace más grande", apunta Andrei Sobolyov. "También es inconcebible que la flota dispare contra la ciudad, y que los marineros rusos y ucranianos - también están aquí- se enfrenten. Todos estudiamos juntos, nos conocemos y somos amigos, ucranianos y rusos, da igual", sostiene Dubovnik.

El pasado 10 de septiembre regresó de Sujumi (Abjasia) la fragata Moscú,buque insignia de la Flota Rusa del Mar Negro. La ciudad entera salió a recibirla y desde los buques ucranianos se dispararon dos salvas de bienvenida. "La crisis actual es consecuencia de la política internacional de Ucrania, del papel de la OTAN, pero todo el mundo comprende que la flota rusa es garantía de seguridad no sólo para Rusia, sino también para Ucrania", dice Leonid Jodos.

22-IX-08, G. Aragonés, lavanguardia