Abjasia: victoria y soledad

Después de que mataran a mi marido, no tengo miedo a nada. Por eso decidí quedarme, aunque los georgianos estuvieran tan cerca", explica Svetlana Salakaya, cabeza de la única familia que vive en el poblado de Lata, en el desfiladero del Kodori.

En tiempos soviéticos, Lata tenía más de 600 familias. Todavía en algunos mapas de Abjasia aparece representada con un punto gordo, casi tan grande como la capital, Sujumi. Pero la guerra de 1992-93 terminó con todo. "Cuando los georgianos comenzaron a atacar, enviaron desde Sujumi helicópteros para evacuarnos. Pero los derribaron y mataron a todos los que estaban dentro. Luego quemaron todas las casas y estuvimos huyendo durante dos días por las montañas con dos metros de nieve. Desde entonces nadie ha vuelto a vivir aquí", dice Sveta, de 48 años. Esta brava mujer ha sido durante todos estos años la madre de los soldados rusos y abjasios que han pasado por aquí. En su granja se han alimentado de lo mejor de esta tierra.

El desfiladero del Kodori era el único territorio de la provincia rebelde de Abjasia que permanecía en manos del ejército de Georgia. Las tropas abjasias, con apoyo ruso, liberaron el valle el pasado 10 de agosto, durante la guerra de Osetia del Sur entre Georgia y Rusia. "Ese día se abrió un corredor de seguridad. Nuestro Gobierno avisó de que íbamos a entrar, y los georgianos huyeron abandonando lo que tenían", explica un soldado al que llaman Besi (diminutivo de Beslan) de la aldea de Chjalma. Kvemo-Azhara, en el centro del Kodori, Sakan y Omarishara ya pertenecen a la república de Abjasia, cuya independencia, junto con la de Osetia del Sur, reconoció Rusia poco después del conflicto.

"Por supuesto que estamos contentos. Ha sucedido lo que queríamos. Ellos se fueron y no tuvimos que utilizar la fuerza. Pero estábamos preparados para todo", asegura Aslan Argun, de 26 años, que se apuntó como voluntario cuando el 7 de agosto por la noche el ejército georgiano atacó la capital de Osetia del Sur, Tsjinvali. "Sabíamos que si tenían éxito allí los georgianos nos atacarían a nosotros. Había que apoyar a nuestros hermanos osetios. Los de la reserva estábamos preparados para lo que fuera".

Aslan y su amigo Dima (Dimitri), de 27 años, también voluntario, creen que era lógico que los georgianos abandonaran tan fácilmente el desfiladero del Kodori. "Cuando no estás defendiendo a tu pueblo, no merece la pena arriesgar la vida. Por eso dejaron las armas que les habían enviado los americanos y los ucranianos".

En Sujumi, el ministro de Turismo abjasio muestra su entusiasmo durante una conversación con La Vanguardia.Tenguiz Lakerbay, encargado de la industria más prometedora de la pequeña Abjasia, sueña con devolver el Kodori a las rutas turísticas más famosas del Cáucaso, como en tiempos del comunismo. "Hemos vivido 15 años solos, sin que nadie nos reconociera, pero las instituciones del poder han estado funcionando. Tras la guerra, teníamos sólo 4.000 plazas hoteleras; ahora hay 11.500. Claro que ahora todo irá más rápido. Hay 5.000 ciudadanos rusos que hacen excursiones de un día a Abjasia desde Sochi. Ahora podemos preparar rutas desde Krasnaya Poliana (en Rusia, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno del 2014) al lago Ritsa (ya en Abjasia) y luego unos días de descanso en las playas de Pitsundi. O rutas por todo el Kodori, del norte al sur", dice entusiasmado.

El reconocimiento de su independencia por parte de Rusia y el acuerdo de amistad y colaboración firmado entre Sujumi y Moscú dan un aire de alegría a la capital abjasia. El 30 de septiembre se celebra aquí el día de la Independencia, pero en los anuncios de televisión y los carteles de la ciudad se le ha cambiado el nombre por el de día de la Victoria. Los turistas rusos (el 98% del total) se tumban al sol en la playa de Sujumi un poco más contentos que antes. "El éxito de este país es también nuestro éxito. Lo sentimos como propio, porque forma parte de nuestro espacio vital", asevera Anatoly Petrovich, un policía ruso de 49 años que desde hace ocho veranea en esta zona subtropical del mar Negro.

"Cada año todo cambia, y cambia a mejor", señala mientras da una vuelta por el paseo marítimo. En el último año, Sujumi se ha remozado: las calles se están asfaltando, las zonas peatonales tienen nuevos adoquines, se renueva el destruido hotel restaurante Abjasia, la Filarmónica y el Teatro Dramático Nacional. Nuevos hoteles y cafeterías y restaurantes a la última ocupan el desaliñado puerto. "Tenemos dos aeropuertos que funcionarían, y desde aquí se tardaría sólo cuatro horas en llegar a Turquía en un ferry rápido", sigue entusiasmado Lakerbay.

El desarrollo de Sujumi, donde sin embargo las huellas de la guerra siguen siendo evidentes, le pilla demasiado lejos a Sveta.Allá, a la entrada de la garganta del Kodori, a más de cuatro horas en coche todoterreno desde Sujumi.

Tras la liberación del desfiladero, las fuerzas de paz rusas han dejado su cuartel en la escuela abandonada de Lata y se han adentrado en el valle hasta la frontera con Georgia. "Es muy difícil vivir sin vecinos", dice entristecida. Ella y sus cinco hijos seguirán dedicándose a sus ovejas y sus vacas, a recolectar miel y a hacer aderezados quesos de los que hasta ahora se alimentaban los soldados. Sveta desea que con la llegada de la victoria vuelvan al menos algunos de los que se fueron hace tantos años.

25-IX-08, G. Aragonés, lavanguardia