´La vergüenza de hacer historia´, Fernando Trias de Bes

Estamos viviendo uno de los momentos más importantes de la historia de la economía. Los mercados financieros, al borde del colapso. Las principales instituciones financieras (hipotecarias, aseguradoras y bancos de inversión) de Estados Unidos, quebradas o rescatadas por el Gobierno. Los bancos centrales, inyectando dinero por falta de liquidez. La gente no entiende qué está sucediendo. Desde 1929 que no se observaba algo así.

Hay cosas incomprensibles: ¿cómo es posible que los bancos de inversión, que deberían combinar rentabilidad y riesgo de forma solvente, hayan invertido en productos financieros que resultaron ser hipotecas basura empaquetadas? ¿Cómo fueron evaluados como triple A (máxima solvencia) por las agencias de rating? ¿Cómo exportaron este fraude a otros países? ¿Acaso los bancos europeos contaminados por las subprime no indagan sobre el destino del dinero de sus clientes? Titulizar créditos de dudoso cobro y colocárselos a los ahorradores, quienes creen que están comprando productos financieros seguros, es un timo en toda regla, la vergüenza del sistema financiero.

Por otro lado, hemos asistido a una burbuja inmobiliaria que podía haberse contenido parcialmente. No es sensato otorgar hipotecas por el 120% del valor de un inmueble, esgrimiendo que una familia puede pagar la cuota mensual cuando ésta se ha calculado con un tipo de interés históricamente bajo, y a 30 o 40 años vista. Utilizar el pasivo (dinero de los depósitos bancarios) en otorgar créditos así es una irresponsabilidad como la copa de un pino. Ahora bien, cuando escribíamos esto en plena burbuja nos tachaban de agoreros y pesimistas.

Estados Unidos, paradigma del libre mercado, ha actuado como una república comunista. Y de acuerdo, había que atajar el pánico para no ver a gente retirando su dinero de los bancos. Con el crac de 1929 aprendimos que las instituciones públicas han de actuar cuando el sistema se tambalea. Pero esto tiene un precio. The New York Times cuantificaba el compromiso asumido por el Gobierno en casi un 10% del producto interior bruto (PIB). ¿De dónde va a salir este dinero? ¿Más créditos y, por tanto, más inflación? ¿Más déficit público? ¿Reducción del gasto público y de inversión en infraestructuras? En Japón sucedió algo parecido, y todavía lo sufren.

PUFOS GRANDES Conclusión: si hay que hacer un pufo, hazlo grande porque así el poder público te salvará el pescuezo. Los bancos arriesgan más de lo debido. Si ganan, perfecto. Si no, el contribuyente asumirá el problema. ¡Bienvenido al capitalismo de beneficios privados y pérdidas públicas! Habrá que buscarle un nombre a esto. Y lo más lamentable es que no había más remedio que intervenir.

Sin embargo, no confundamos los efectos con las causas. Las crisis profundas son económicas y no financieras. Las finanzas van detrás de la economía, y no al revés. El problema se viene gestando mucho tiempo atrás, debido a demasiado tiempo de dinero barato, y una laxitud crediticia que tenía que haberse atajado mucho antes.

Felipe Artalejo, gestor de patrimonios, lo describía con claridad meridiana: en una economía saneada, la tasa de ahorro está en el 10%. Quien gana 100, gasta 90 y ahorra 10 para eventualidades futuras. 90 es la parte de su salario que regresa al sistema económico. Cuando por negligencia o para mantenerse en el poder se mantienen los tipos bajos demasiado tiempo sucede lo siguiente: los bancos reciben mucho dinero que pueden conceder en forma de créditos. El endeudamiento se dispara, lo que permite consumir por valor de 150 (el salario, el ahorro y lo que el banco ha prestado). El poder de compra aumenta realmente, pero hay una falsa sensación de riqueza ya que ésta no ha aumentado tanto como el dinero en circulación, con lo que los desequilibrios empiezan a producirse.

Endeudamiento, balanza comercial negativa, baja tasa de ahorro… Una masa de dinero que crece muy por encima de la producción de bienes y servicios deriva en inflación de activos (pisos, bolsa, materias primas…) o en aumento generalizado de precios, que es lo que ha sucedido. El asunto aguanta mientras el dinero y créditos siguen fluyendo. Pero esto tiene un límite. Cuando el endeudamiento es máximo y se detienen los créditos, se revierte el proceso. La persona que ganaba 100 (si ya no está en el paro) gastará sólo 50 porque deberá devolver el crédito y, además, como está asustado, volverá a ahorrar de nuevo. Su poder de compra ha pasado de 150 a 50. Eso se llama recesión económica y durará más o menos tiempo según la dimensión del exceso.

LOS CULPABLES Aquí no hay un solo culpable. Los dirigentes que ven próxima su reelección presionan a los bancos centrales a mantener barato el dinero para que no se frene la rueda, los bancos asumen riesgos elevados para no perder cuota de mercado, los ahorradores ven su dinero depreciarse y piden a sus gestores y brókers la misma rentabilidad desbocada del mercado, estos, a su vez buscarán soluciones imaginativas como las antes descritas. ¿Quién era el guapo que detenía esta fiesta en pleno apogeo? Nadie quiso perder comba.

Este es el motivo de la crisis y de que las instituciones hayan prestado por encima de unos niveles de riesgo catalogados de históricamente aceptables y luego hayan trasladado este problema al público.

Para quienes todavía creemos en el libre mercado, todo esto ha sido vergonzoso, la vergüenza de hacer historia.

 

Fernando Trias de Bes, licenciado en Empresariales y MBA por Esade. Fundador de la consultoría Salvetti & Llombart. Especialista en innovación y creatividad. Sus libros de management han sido traducidos a 35 idiomas. Cultiva también el género de la novela, 28-IX-08, lavanguardia