´Entre la opción mexicana y la opción holandesa´, Quim Monzó

A propósito del artículo que publiqué en esta columna el miércoles, sobre la propuesta de muerte asistida que hizo Bernat Soria hace unos días, un lector me ha enviado un reportaje fechado en México, en Nuevo Laredo, a principios del pasado mes de junio.

Se distribuyó hace tres meses, pero el debate que aquí se ha puesto ahora sobre la mesa lo vuelve de repente a la actualidad. El reportaje - que, al ser de agencia, debió aparecer en diversos medios- viene firmado por Reuters, con additional reporting a cargo de Magdiel Hernandez. Va de que últimamente muchos turistas viajan a México para pasar las vacaciones y, de paso, proveerse de pentobarbital líquido, un fármaco que los veterinarios utilizan para anestesiar y matar a gatos y perros irremediablemente enfermos. Muchos partidarios de la eutanasia consideran que, llegado el caso, para los humanos este es el mejor potingue para irse de este mundo. Incluso desde Australia viaja gente a México, porque allí el pentobarbital se consigue de forma más fácil que en cualquier otro lugar del planeta, por lo laxo de la legislación de aquel país (mordidas aparte). Lo venden en tiendas de productos para perros. Los defensores del derecho a morir con dignidad explican que, con pentobarbital, la persona se duerme plácidamente y, sin dolor alguno, en menos de una hora deja de respirar.

El relato del reportaje es descarnado: "Agarrándose a fotografías de la botella del fármaco para superar su falta de soltura en español, los turistas llevan mapas dibujados por activistas proeutanasia que les permiten localizar tiendas de animales domésticos y almacenes de productos para mascotas situados en callejones traseros, cerca de la frontera estadounidense. Ahí pueden comprar una botella por un precio que oscila entre los 35 y los 50 dólares, con cantidad suficiente para un suicidio y sin preguntas de ningún tipo". Las confesiones de los compradores son las previsibles. Una australiana de sesenta y pico años explica que no quiere morir con "una total pérdida de dignidad, incontinente, a penas capaz de ver y de mantenerme en pie, sufriendo como sufrió mi madre..." Se trata de personas mayores o de mediana edad, con buen estado de salud. Lo compran por previsión. "La opción mexicana", lo llaman. Proceden de países donde no parece que la muerte asistida vaya a ser legal en un futuro próximo. Compran el producto y lo guardan durante años, lustros, quizá décadas. Incluso puede suceder que nunca se vean impelidos a tomarlo. Pero, por si acaso, ahí lo tienen.

No sé ustedes, pero yo, entre la opción de comprar fármacos en tiendas mexicanas de veterinarios y la de seguir el modelo holandés, me quedo con esta última. La tristeza está asegurada en ambos casos, pero en este, al menos, no hay sordidez.

13-IX-08, Quim Monzó, lavanguardia