´En la civilización´, Oriol Pi de Cabanyes

Estoy en Londres, viajo en el metro, recorro rostros y actitudes con avidez visual mediterránea. "No mire usted tanto - me advierten-. Observar al otro, aquí, es signo de mala educación...". Pero ¿cómo evitar fijarse en esa chica gótica que entre estaciones se pinta las cejas? O en esa otra tipo Heidi que come distraídamente una manzana.

"No hay que mirar - me dicen- ni de soslayo... Mirar es ya examinar...". Pero, eso sí, en los autobuses londinenses - esos espléndidos ejemplares rojos de dos pisos- hay carteles que hasta piden que se sonría al Gran Hermano: "Está usted dentro de foco. Nuestros nuevos autobuses están provistos de cámara digital CCTV para que usted tenga un seguro y agradable viaje". O bien, directamente: "Está usted vigilado".

En Londres conviven la paranoia por el peligro de atentado terrorista y la indiferencia por el vecino. Pero debe de ser hoy el lugar del mundo en el que se viven con mayor naturalidad todos los matices de la conducta humana, la ciudad en la que se nota una mayor permisividad social, en el mejor sentido de la palabra. Aquí cada quien se sabe responsable de sus actos.

Porque la ley está clara para todos. Y como que sus límites son precisos y bien conocidos, y se aplican sin arbitrariedad, se confía en la norma y no se transgrede la ley. Esta ausencia de curiosidad por el prójimo se acompaña en la ciudadanía por una cálida comprensión de todos los matices de la humanidad, por más raros que parezcan.

Los valores de la admirable civilización británica se aprenden, en la calle como en sociedad, desde la infancia. En un trayecto en autobús por el gran Londres una mujer lee a su nieto un cuento que contrapone Nonsenseland a Sensibleland.La diferencia entre un país insensato y otro con sensibilidad social y ciudadana empieza aquí muy temprano.

El día que se supo que Alemania había invadido Polonia y que esto significaba la guerra, la vida en Londres siguió su curso normal, con la gente aparentemente sin inmutarse, tal como escribió Stefan Zweig: "Esta imperturbabilidad es una de las notas del carácter inglés más inexplicable para los que no somos ingleses. Se ha intentado con frecuencia interpretarla psicológicamente: por una innata disciplina de los nervios o por un sistema educativo que habitúa ya al niño a reprimir sus sentimientos. Mas yo creo que se subvalora un elemento más profundo: la continua compenetración con la naturaleza, que insensiblemente traslada algo de su absoluta impasibilidad a cada uno de los individuos humanos que viven con ella en continuo diálogo".

Que la vida es como la naturaleza se aprende en Londres, en sus serenos parques, sobre los que divagó en su dietario, mientras bombardeaban los nazis, un desolado Carles Pi i Sunyer.

25-VIII-08, Oriol Pi de Cabanyes, lavanguardia