´México 1968: la matanza´, Pascal Boniface

En 1968, México se preparó para recibir los Juegos Olímpicos. México quiso siempre ser líder del Tercer Mundo y vivir a la sombra opresiva de Estados Unidos, circunstancia de la que se siente orgullosa. Mediante la elección de México, el COI quiso demostrar su apertura y su modernidad.

El presidente Díaz Ordaz pertenecía al Partido Revolucionario Institucional (PRI), en el poder desde 1929. El PRI tenía un discurso contestatario en el plano internacional y conservador en política interior. Pero en aquella época el mundo crujía por todas partes. En Francia, en Europa la juventud contestaba a sus mayores. Los campus estadounidenses protestaban contra la guerra de Vietnam y contra la discriminación hacia los negros. México se vería afectado por el movimiento reivindicativo de la juventud.

En efecto, el número de sus estudiantes aumentó y se deterioró la respuesta a sus necesidades y aspiraciones. Querían que se moviera una sociedad que parecía inmóvil. Los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) empezaron a movilizarse y exigieron al gobierno un cambio del sistema educativo. La extrema izquierda se movilizó contra la guerra de Vietnam y la muerte, un año antes, del Che Guevara, permitió subirse a esa ola. El 30 de junio, la policía intervino brutalmente, hecho que reforzó la determinación de los estudiantes que denunciaron el autoritarismo de Díaz Ordaz.

Hubo manifestaciones en México de cientos de miles de personas. El gobierno no quería negociar. Sin embargo, se acercaba la inauguración de los Juegos, prevista para el 12 de octubre. Los estudiantes gritaban : "No queremos las Olimpiadas, queremos la Revolución". El PRI quería exactamente lo contrario. Temía que las manifestaciones estropearan la consagración internacional que podían aportar a México y al PRI. El 2 de octubre, 300.000 estudiantes abarrotaron la plaza de las Tres Culturas, en pleno corazón de México. Hicieron su aparición 5.000 soldados que abrieron fuego contra la multitud desarmada y causaron 325 víctimas mortales y 500 heridos. 2.000 estudiantes fueron a prisión. Se "hizo limpieza". Los Juegos podían dar comienzo.

Curiosamente, esta matanza no provocaría un gran debate sobre el boicot. Es verdad que la prensa mexicana, a las órdenes del poder, había minimizado la matanza y había presentado ya los acontecimientos como un enfrentamiento entre combatientes terroristas. Convenía tratar con guante a este gran país líder del movimiento de los no alineados que es México.

Después de que Díaz Ordaz denunciara un complot castrista, Estados Unidos se cuidó de protestar. Las matanzas se silenciaron. Tal hecho muestra cómo la sensibilidad de la opinión pública y esta aceptación silenciosa de la matanza no serían posibles en la actualidad.

14-VIII-08, Pascal Boniface, lavanguardia