(JJOO Pequín:) ´Aceite y agua´, Francesc-Marc Álvaro

Joan Tello es un inquieto joven catalán que ha escrito un libro fresco, intenso y repleto de detalles sobre la China de hoy, país donde estuvo trabajando y estudiando entre el 2004 y el 2006. En su cuaderno de viaje, titulado El país del mig,Tello, al visitar un edificio de oficinas con una fachada cuyo refinamiento contrastaba con un interior descuidado y mal acabado, reflexiona acerca del gran despegue económico experimentado por la sociedad china: "Es como si en China todo se fabricara bajo esta premisa: sólo importa la primera impresión porque nunca nadie malgastará el tiempo en comprobar qué hay de verdad o mentira en el fondo de las cosas". Con los Juegos Olímpicos de Pekín, que hoy se inauguran oficialmente, parece ocurrir exactamente lo mismo. Las autoridades chinas intentan que la primera impresión sea buena. Dado que hablamos de un espectáculo televisado, el mayor del mundo, la primera impresión será, para millones de personas, la única impresión. Será la única verdad. Ello también vale para los periodistas, mediadores de la fiesta. Como escribe Juan Bautista Martínez a propósito de los miles de voluntarios, "se nota que los muchachos y muchachas han sido adoctrinados para mostrar al mundo la cara más amable posible".

La operación del régimen chino es casi perfecta. Digo casi porque, a diferencia de lo que ocurría en tiempos de la guerra fría, hoy es prácticamente imposible que pueda combinarse un gran acontecimiento global de este tipo con la mecánica y las rutinas propias de un sistema basado en la falta de libertades básicas, la censura sistemática y el desprecio a los derechos humanos. No pueden mezclarse el agua y el aceite. Y no se trata sólo de impedir el acceso libre a canales de televisión o páginas web. Es el conjunto del artefacto olímpico lo que cojea, convertido en un coloso adornado de millones de mordazas. A veces, el celo de las autoridades se confunde con la paranoia. Hace pocos días, y con motivo de un festival folklórico en Pekín donde se bailaron sardanas, se llegó a prohibir incluso la exhibición de la bandera catalana, enseña perfectamente legal según las leyes españolas.

Desde antes del comienzo de los Juegos, todo chirría por el mismo lado. Con la complicidad de la llamada familia olímpica, claro está. El mayor consejo dado a los deportistas llegados de todo el planeta recuerda mucho aquella frase atribuida al inquilino del Pardo: "Hagan como yo y no se metan en política". Según Joan Tello, China tiene derecho a evolucionar y progresar, pero debe reconocer sus errores y enmendarlos. Un primer paso, en este sentido, es que el régimen chino no se sienta intocable en su impunidad. La decisión de un juez español de investigar a siete altos cargos por la represión desencadenada en marzo en el Tíbet va en esa dirección. ¿Oportunismo? No más que el silencio de tantos otros.

8-VIII-08, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia