´Al Qaeda, ¿fuerza menguante?´, Fawaz A. Gerges

Al Qaeda es sinónimo de Osama bin Laden y su lugarteniente Aiman al Zauahiri". "La guerra de Iraq ha infligido una derrota estratégica a Al Qaeda, como el presidente Bush declaró con ocasión del quinto aniversario de la invasión". "Bin Laden y Al Zauahiri lideran una nueva generación de elementos radicales tras la invasión de Iraq". "La democratización de Oriente Medio es el instrumento más eficaz para vencer a Al Qaeda". "La guerra contra el terrorismo ha sido eficaz para desgastar la militancia islamista".

¿Dan ustedes crédito a tales afirmaciones? Son sólo un puñado de los mitos que Marc Sageman intenta desautorizar en su último libro, La yihad sin liderazgo: redes terroristas en el siglo XXI (University of Pennsylvania Press, Philadelphia, 2008). Sageman, psiquiatra forense y ex funcionario de la CIA que trabajó con los muyahidines en Afganistán en el decenio de los años noventa, es actualmente consultor del Gobierno sobre contraterrorismo y especialista en las motivaciones del terrorista.

Sageman ha reunido el perfil biográfico de 500 yihadistas que han hecho uso de la violencia contra Estados Unidos y sus aliados europeos. Su último libro se propone explicar cómo los individuos se convierten en terroristas:

¿qué impulsa a la gente a la violencia ideológica? ¿Dónde se encuentra el punto de inflexión? ¿Cómo se radicalizan y movilizan las redes terroristas?

¿Cómo militarizan a sus partidarios?

Este libro de Sageman muestra que los terroristas no nacen, se hacen, y el terrorismo guarda menos relación con la cultura o la religión que con la política. El libro, de carácter persuasivo, argumenta su exposición en el sentido de que estas afirmaciones no son partidistas ni meramente teóricas, sino que están basadas en pruebas concluyentes cuidadosamente sopesadas.

Según estos 500 perfiles de yihadistas, la mayoría de los hombres jóvenes que se han unido a grupos terroristas tenían escasos conocimientos sobre el islam, crecieron en ambientes familiares laicos y no toparon con la religión hasta mediados de la veintena. Su empleo de la religión como justificación de la violencia no debería cegarnos sobre la primacía de la política, la identidad y la política internacional en sus acciones.

Los perfiles de los yihadistas indican asimismo que la naturaleza de la amenaza terrorista contra Estados Unidos y Europa cambia rápidamente. Internet ha sustituido a las relaciones cara a cara como modo principal de reclutar jóvenes ofendidos y escandalizados por imágenes e informaciones sobre la brutalidad estadounidense contra sus correligionarios musulmanes.

Aislados físicamente en la frontera tribal de Pakistán y Afganistán, Bin Laden y Al Zauahiri no ejercen mando significativo alguno sobre sus remotos partidarios. Al Qaeda, una organización muy centralizada y jerárquica en los años noventa, ha evolucionado hacia una dispersa multitud de grupos informales de ámbito local difíciles de exterminar.

Ahora bien, quienes están a las órdenes directas de Bin Laden y la cúpula de Al Qaeda no deben ser confundidos con los afiliados a Al Qaeda en Iraq, Arabia Saudí, Yemen, el levante mediterráneo, Indonesia y otras áreas; los grupos locales posteriores a la guerra de Iraq sólo pueden calificarse como de Al Qaeda de nombre. Cada pequeña facción persigue sus objetivos en el plano local sin un plan ambicioso y coordinado a escala internacional.

Sageman señala que antes de la invasión y ocupación estadounidense de Iraq en el 2003 las pruebas disponibles apuntaban que la cúpula de Al Qaeda, de hecho, se estaba debilitando y la desacertada aventura de Iraq sólo había echado leña a un fuego que se trataba de apagar.

Un factor de mayor importancia estriba en que la invasión de Iraq ha generado un sentimiento de ofensa moral en el ánimo de los numerosos (antes despolitizados) musulmanes y ha alentado una nueva ola de militancia, un movimiento social prácticamente carente de líderes: un yihadismo sin líderes.

De modo similar y durante los últimos cinco años he entrevistado a unos 300 adolescentes y jóvenes musulmanes en Oriente Medio y Europa, sin relación alguna con la cúpula de Al Qaeda, que me han explicado que la invasión de Iraq los radicalizó, añadiendo que han intentado dirigirse a Iraq como sea para librar la yihad contra los "invasores" estadounidenses. Afirman que se sienten personalmente obligados a ayudar a liberar los territorios musulmanes ocupados por extranjeros.

No obstante, Sageman sostiene que esta nueva ola de militancia - la yihad sin líderes- resulta "autolimitadora" por su temor a crear vínculos físicos y concretos y su ausencia de liderazgo central. Según su análisis, los nuevos elementos radicales son más aficionados, indisciplinados e ineficaces que los seguidores de primera hora de Bin Laden; se asemejan más a agresivas bandas urbanas que a un ejército secreto.

Siete años después de los ataques del 11-S del 2001, no hay prueba de células "durmientes" en Estados Unidos y en cualquier caso allí ha habido muchos menos terroristas autóctonos que en Europa pues la comunidad musulmana estadounidense no es receptiva a la ideología de Al Qaeda.

Aunque Al Qaeda ha logrado infiltrarse en minúsculos sectores de jóvenes musulmanes europeos, no lo ha conseguido en Estados Unidos. Europa afronta un diverso conjunto de desafíos, y la clave reside en integrar plenamente a los musulmanes en el tejido social de las sociedades europeas.

Lo fundamental es que la amenaza procedente de Al Qaeda está menguando y "el terrorismo islamista global desaparecerá probablemente por razones internas si Estados Unidos tiene el suficiente sentido común como para dejar que siga su curso para acabar apagándose". La cúpula de Al Qaeda fue neutralizada militarmente; de hecho no ha habido bajas desde julio del 2005 entre sus máximos líderes, que todavía andan sueltos, y ha destacado en el arte de provocar animadversión.

Lamentablemente - razona Sageman-, el sentido común brilla por su ausencia en Washington. "Hasta ahora, en la lucha contra el terrorismo islamista global - afirma- Estados Unidos ha cometido serios errores estratégicos" al confiar excesivamente en la fuerza militar.

En todo caso, estadounidenses y europeos deberían considerar la guerra contra el terrorismo como una batalla para granjearse a los musulmanes. "Las operaciones de erradicación del terrorismo demasiado enérgicas - añade Sageman- son contraproducentes. Debería dejarse que la yihad sin líderes expire por sí misma".

 

Fawaz A. Gerges, de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio del Sarah Lawrence College. Autor de ´El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana´, Ed. Libros de Vanguardia, Traducción: José María Puig de la Bellacasa, 21-VII-08, lavanguardia