¡ABAJO “LO PROHIBIDO”!
Por: Iria González-Rodiles, 17-VII-08
Aplaudo el cese de cuantas anacrónicas e injustas prohibiciones existan en Cuba. Bienvenidos sean los levantamientos de medidas arbitrarias que impedían desde la compra de ordenadores o motos, el acceso de los cubanos a los hoteles y centros turísticos, hasta la entrega de tierras a quienes la trabajan. Y “por ahí pa’llá”, como dice el pueblo, “pues lo que falta es mucho”.
(Y lo digo sin temor alguno, porque dentro Cuba aprendí a sobreponerme frente al miedo. No he cambiado de jaula: soy libre. Y porque no congenio con esos estereotipos –“nada se parece más a un castrista que un anticastrista” (1)— descritos por los periodistas Fogel y Rosenthal en su magnífico libro Fin de Siglo en La Habana.
Cierto: no se favorece a todos los pobladores de la Isla, porque la inmensa mayoría de los ciudadanos recibe el salario o la pensión en moneda nacional, el peso. Sólo se beneficia una parte de los cubanos que reciben remesas de sus familiares emigrantes o exiliados... y esa ayuda externa –bien se sabe— no es poca (como dice el humor popular: son quienes tienen FE, o sea, familia en el extranjero).
(Omito la élite gubernamental, porque siempre ha sido, es, usufructuaria de privilegios y ventajas, con o sin el dólar, con o sin el levantamiento de las prohibiciones).
Por demás, no pocos ciudadanos poseen trabajos con cierto acceso al bono-dólar (chavitos, les dice al gente) –de forma oculta o “maniobrable”, a veces— en las corporaciones extranjeras y turísticas, mientras otros tantos –que laboran en algunos sectores especializados nacionales— reciben “estímulos“ en moneda convertible, mientras “se porten bien” y mantengan el silencio o la sumisión al régimen.
Tampoco se puede descartar aquella gran parte de los cubanos “inventores”, quienes, sin tener fácil acceso a la moneda fuerte, se las agencian de infinitas formas, legales e ilegales, para tenerla a mano, como lo han hecho durante décadas, frente al infortunio y la escasez perennes. Así sobreviven los cubanos y han sobrevivido durante casi medio siglo. Desafortunadamente, el régimen también, gracias a que “el invento” alivia la miseria y aplaca los ánimos caldeados.
Conocedores de las habituales involuciones gubernamentales, quienes se sienten beneficiados con los primeros levantamientos de medidas, no pierden tiempo, aprovechándolas: “Apúrate y agarra, no sea que después el gobierno se arrepienta”, es ahora un comentario frecuente, aunque los gastos, en las nuevas posibilidades de compra, incidan desfavorablemente sobre la tan descalabrada alimentación que sólo atenúan los dólares (metamorfoseados en bonos o pesos convertibles). Pero es una oportunidad, que podría resultar única e irrepetible.
Todos integran algunas de las distintas “categorías” –hay una gama inimaginable— existentes en la sociedad cubana, cuyo gobierno proclamaba la igualdad y ahora se ve obligado a cambiar su discurso político, para decepción de muchos, indiferencia de no pocos y provecho de otros. (Tema aparte: la igualdad nunca existió, no existe ni en la Naturaleza).
Cada una de las “categorías”, desde la más baja hasta la más alta, posee su propia apreciación sobre el llamado “levantamiento de prohibiciones”, según el lugar que ocupe en la sociedad. Y todas estas posibilidades de unos y carencias de otros, por supuesto, establecen marcadas diferencias, con sus respectivos resentimientos y envidias, dentro de los distintos estratos. Otro problema.
Por lo pronto, es perceptible que algo se remueve –o lo intenta—, aunque muy lentamente, entre trabas, casi a empujones, dentro de los muy estrechos y rígidos límites de la parálisis quincuagenaria provocada por el totalitarismo en la Isla. Pero, cualquier pequeño movimiento, por diminuto que sea, podría transmitir sus vibraciones a la inercia del entorno. Es una Ley.
¿Hacia el levante?
Hasta sería plausible también el levantamiento de las sanciones (2), recién adoptado por la Unión Europea, sólo si hubiese existido un gesto similar desde la Isla: la amnistía política –con o sin destierro— y el cese de encarcelamientos y persecuciones a disidentes y opositores. Sin este primer paso, nada es serio: ni de un lado, ni del otro.
(Presiento que no faltarían descontentos e infiltrados, que después de un indulto y desde supuestas posiciones de disensión, provocarían nuevos arrestos y encarcelamientos).
Pero la propia respuesta del régimen cubano hacia la Unión Europea no puede ser más decepcionante por lo fatua y escurridiza: “Nos tomaremos nuestro tiempo [para el diálogo y la amnistía, supongo] con la Unión Europea” (3). Léase: están perdiendo el tiempo y una magnífica oportunidad de favorecer a lo que debe ocupar la primacía: Cuba.
¿Hasta dónde puede llegar tanta torpeza, tanta testarudez política, tanto desamor por Cuba, tanta indolencia, cuando los reclamos del país son otros y apremian?
Aunque, ciertamente, el levantamiento de prohibiciones no es una mala señal, el problema de Cuba no se reduce a ese atenuante: lo excede con desmesura. La población, favorecida o no, residente en la Isla o en el exterior, sabe que el asunto medular de Cuba, de todos los cubanos, ni siquiera se ha encarado ligeramente aún. Está pendiente. Y los gobernantes “de siempre”, también lo saben.
Reitero, con toda propiedad, que no pocos militantes del Partido desean se produzca “el cambio” más allá de “los cambios” (levantamiento de prohibiciones). Como también son partidarios de propiciarlo otros tantos integrantes de las distintas esferas y escalas del gobierno en la Isla. Creo, no es un secreto para nadie. Pero existe un Gran Obstáculo, todavía.
¿Hasta cuándo?
El colega Bertrand Rosenthal, vivió en Cuba durante cinco años (1987-1992) y el periodista independiente, Jean-Francois Fogel visitó la Isla en diez ocasiones. Yo nací y crecí en Cuba. Y viví en la Isla –45 de los casi 50 años del régimen— expuesta al sistema totalitario (1959-2004).
Pero, por si resulta insuficiente mi testimonio, ofrezco un fragmento de la confesión hecha, por un miembro del Comité Central del Partido Comunista cubano, a los colegas Fogel y Rosenthal: “Por supuesto, es él [Fidel Castro] quien se opone personalmente a cualquier reforma. Nadie puede impedirle que cambie las cosas, si así lo quiere. Pero no quiere” (4).
Basándose, además, en la propia observación personal, durante la investigación que realizaran y los encuentros informales que sostuvieron, Fogel y Rosenthal, me confirman también: “Confidencialmente, los cuadros del Partido se dan cuenta de la necesidad de introducir reformas, pero esto se vuelve imposible pues Fidel sufre, según ellos, un bloqueo psicológico ante cualquier cambio”. (5)
También un diplomático occidental que, según Fogel y Rosenthal, se relaciona con Castro desde hace varios años, les aseguró que el jerarca “ya no siente el mismo entusiasmo por el socialismo, pero no se trata de alguien que sepa ceder; es tan simple como eso” (6).
Tan simple, no; tan monstruosamente aplastante de las personas, sí. Más aún, cuando existen otras voluntades humanas, que siempre han estado involucradas en el gobierno o en los conflictos patrios, dentro o fuera de la Isla, dispuestas a propiciar una salida favorable, civilizada, pacífica, honorable, equilibrada, al atolladero que vive el país (con la acepción exacta de todas y cada una de esas palabras que enuncio).
“La Revolución no tiene alternativa” (7), afirmó en cierta ocasión el mandatario cubano. Por supuesto, que no. Lo que no existe no tiene opciones: la Revolución que desplazó del poder al otro dictador –Fulgencio Batista— se acabó hace rato ya, como lo reconocen tête-a-tête hasta aquellos que la hicieron posible antes y después del triunfo del enero del ’59 (pues un solo hombre no la hizo). Y que, por lo tanto, tienen derecho a opinar y a decidir también. Pero Cuba, que sí existe aún, tiene alternativas.
Realmente, creo que nadie esperaba ni siquiera el leve “levantamiento” de prohibiciones que se está observando ahora en la Isla. Por lo pronto, es preciso continuar abogando por el levantamiento de las rejas para los presos políticos y para todo el pueblo de la isla –hechos que conforman la Prohibición Mayor—, hasta que llegue ese día feliz.
Tal vez Dios mantiene los grandes obstáculos sólo a la espera de que todos –sin exclusión— estemos realmente preparados para seguir el camino, sin crear nuevos estorbos.
(1) Fin de siglo en La Habana, Jean-Francois Fogel y Bertrand Rosenthal, pág. 432, Grupo Anaya, Madrid, 1995.
(2) Las sanciones al régimen cubano, por parte de la Unión Europea, se dispusieron a raíz de la extrema oleada represiva desatada contra la oposición y la disidencia en la bien llamada Primavera Negra del 2003. Mediante juicios sumarísmos 75 disidentes condenados a monumentales años de cárcel. Todos han sido declarados prisioneros de conciencia por Amnistía Internacional.
(3) Palabras del Canciller cubano publicadas por TVEspañola.
(4) Fin de siglo en La Habana, (ídem), pág. 506.
(5) Idem. Pág. 508.
(6) Idem. Pág. 508
(7) Idem. Pág. 504