ŽLa solemnidad de JeffersonŽ, Baltasar Porcel

Hablábamos ayer de la plúmbea España, que ahora vuelve a agitarse con la publicación de esas balanzas fiscales entre el Estado y las autonomías. Y que obligan a Catalunya y a Baleares a pagar mucho más de lo que recibimos. Mientras, Extremadura o Andalucía, la tira, trabajan menos y cobran más, e incluso cuando no sestean se nos engallan.

Igual que tantos otros españoles, que ante dichas cifras de depredación estatal reactivan una de sus ardorosas objeciones: "Estos fenicios catalanes sólo saben hablar de dinero, y la arman por unos impuestos...". Claro, ellos camuflan su voraz bolsillo con la bandera esa kilométrica que tienen en Madrid, considerándolo más noble que arrimar el hombro.

O sea, que ignoran o niegan saber que el expolio fiscal y la imposición legal que lo legitima han sido uno de los grandes motivos de explotación y emancipación históricas. Sin ir más lejos, del más gran y poderoso país del siglo XX en todos los órdenes: Estados Unidos.

Así, el rey Jorge III de Inglaterra, que oscilaba entre la debilidad mental y la demencia, sin embargo se aferraba babeante al principio del poder absoluto y del Estado. Y derrengado económicamente el país, cargó de impuestos a los colonos de América, que además eran obligados a comprar y vender sólo en la patria inglesa. Cuyo ejército, que los aplastaba, era lo importante que recibían del Estado.

Samuel Johnson (Acantilado ha recién traducido aquí su Vida),el escritor inglés más famoso de la época, decía de los colonos, comerciantes y abogados: "¡Son carne de presidio, Señor!". No sólo en España hoy los escritores quieren montarse sobre los súbditos. O sea, actitudes semejantes a las de José Calvo Sotelo, ministro económico del dictador Primo de Rivera, cuya célebre frase "Antes una España roja que rota", no provenía de su ideario filofascista, sino de preservar la Hacienda pública centralizada sobre la posibilidad que hoy llamamos autonómica de redistribución fiscal. O sea, que su españolidad prefería a los sóviets, al fin también una dictadura, antes que la democracia.

O sea, que fue debido a la abusiva fiscalidad que reventó la revolución americana, cuya Declaración, redactada por el ínclito Jefferson, acababa así: "Nosotros, representantes de los Estados Unidos de América, reunidos en Congreso General, apelando al Juez Supremo del Universo, hacemos público y declaramos solemnemente con la autoridad del Buen Pueblo de estas Colonias, que tienen derecho a ser estados libres e independientes".

No sé como está ahora el galimatías de la educación en nuestra plúmbea nación. Pero lo primero que debe hacerse es educar filosófica, histórica y artísticamente a los alumnos. Seguir con gente que llega al mando para gandulear y tragar como máxima ejecutoria resulta suicida y vejatorio.

18-VII-08, Baltasar Porcel, lavanguardia